1.- EL NUEVO DIARIO, Caracas, 1916:
Conocido hotel de décadas anteriores, hoy - si acaso - quedarán apenas las sombras de lo que fue. Además de la impericia del fotógrafo, el impreso ya no tiene naturalmente la nitidez que alguna vez expuso. Empero, nos remite a una época en la que Macuto era el referente ineludible para temperar. Quizá haya quien se anime a visitar la localidad que sufrió de los embates de la tristemente recordada vaguada del estado Vargas, con la que despedimos el siglo XX.
¿El menú? No se aprecia bien, aunque no será difícil de adivinar. La casa, probablemente, fue residencia personal de algún dignatario del gobierno caído en desgracia, viéndose obligado a alquilarla o venderla. Para los años '70 de la centuria pasada, todavía era referente para las familias que deseaban vacacionar tranquila y ordenadamente, teniendo por escenario un malecón o paseo seguro.
2.- EL UNIVERSAL, Caracas, 1972:
Viéndolo bien, el negocio - hoy - no es nada malo. Mil metros (2), a cambio de un autómovil o cualquier otra negociación equivalente, es posible, no llamaba la atención en una época en la que España no disponía de los niveles de calidad de vida de la Venezuela también vanidosa de entonces.
Cabría preguntarse sobre un terreno del que no sabe la ubicación. No imaginamos que fuese en el Peñón de Gibraltar, pues, en manos ajenas, cualquier pedacito de territorio ha de tener un elevado costo. ¿Lograría venderse la parcela? ¿Sería sencillo el trámite de registro? ¿Un lote que ni siquiera costaba lo que un apartamento en Caracas?
3.- LA BANDERA ESPAÑOLA, Caracas, 1898:
¿Una posada en la esquina de La Gorda? Ahora, es difícil imaginar el lugar con sus viejas casas residenciales,pensiones familiares, locales modestos de comercio, además, seguro y quizá tranquilo.
Gustamos mucho de la expresión "a precios de situación" para sus favorecedores y público en general. Nicolás Gravina, por supuesto, no imaginaría cuántas situaciones experimentan los precios un poco más de cien años después, en la aldea grande que se convirtió en un emporio de los reales petroleros y la consiguiente generación de los realistas que se hicieron hasta socialistas para capturar el trozo de la renta a la que dijeron tener derecho, así fregasen al resto de la humanidad.
4.- EL CORREO DE CARACAS, 1889:
Cotizado recurso para la construcción (https://pt.wikipedia.org/wiki/Cimento_Portland), prometido un buen precio, parecía estar al alcance en la conocida esquina de Perico, aunque imaginamos que, de calles angostas, distante todavía el automóvil, el flete del transporte sería significativo. Sobre todo, al tratarse de barriles y no de las consabidas bolsas.
Una buena alternativa para adquirir el cemento y, seguramente, las cabillas y otros materiales demasiados encarecidos al quebrar la industria de la construcción, como ha ocurrido. Claro, con las salvedades que impone el lavado de los capitales ilícitos. Valga la curiosidad, ¿cómo es que todavía se construyen grandes edificios en Caracas, pocos numerosas, cierto, y de tan mal gusto, en medio de esta prolongada crisis?
5.- EL TIEMPO, Caracas, 1895:
Nada más y nada menos que en la Calle del Comercio, se levantaba un hotel, segura propiedad de un güaro nostálgico. De botiquín siempre surtido (¿por qué el desprestigio de un término tan corriente?), el número telefónico era, sin dudas, inolvidable, aunque una llamada debió ser muy cara por entonces.
"En mes redonda ...", suponemos que se refiere al servicio extra de una mesa redonda que el tipógrafo confundió. ¿Qué entenderían por precios "convencionales"? ¿Los mismos u otros más aventajados para la clientela fija?
6.- EL NACIONAL, Caracas, 1963:
En medio de la crisis, poco a poco desaparecen las firmas o cadenas más conocidas. Pepe Ganga, Montecristo o Dorsay, todavía resultan familiares, como lo sería en su momento el señor Pimentel.
No sabemos si hay alguien que haya contado la trayectoria y el empuje comercial de quien, probablemente, fue un sastre que incurrió en la audacia de extenderse. A lo mejor, registros y notarías, ya no cuentan con una documentación que bien nos acercaría a la vida cotidiana de la Venezuela anterior a las bonanzas petroleras.
En medio de la campaña electoral de 1963, los publicistas de Pimentel lo candidatearon, empleando el formato de una época en la que todavía era algo "artesanal" el mercadeo político.
La promoción era algo más que un detalle simpático. El diseño y la diagramación manuales de un aviso a página completa, resultarían hoy tediosas para quienes desean ir directamente a las cifras ofertadas.
Presumimos, de precios accesibles, contaba con un mercado seguro de compradores, pues, la vestimenta más formal de la época contrasta con la radical informalidad de la nuestra. Quizá todavía, por humilde que fuese, hubo el señor que portaba su sombrero, o el estudiante que no abandona su saco y corbata.
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