Comunismo y oposición
Julio César Moreno
El socialismo
totalitario a la cubana comienza a instaurarse en nuestro país. A un lado queda
la bolivariana Constitución de papel para dar paso a las leyes revolucionarias
y a las medidas de facto que liquidan al Estado de Derecho. Ya Maduro lo había
anunciado hace unos meses en la Asamblea Nacional. En esa ocasión afirmó que no
se detendría ante preciosismos jurídicos a la hora de profundizar el proceso
tutelado desde la Habana. Saben los hermanos Castro, y la cúpula marxista del
PSUV, que ya no existe el mítico ser supremo deificado a punta de millones de
dólares petroleros. Saben que el Kim Il Sung criollo desapareció sin poder
destruir del todo la conciencia democrática sembrada en cuarenta años de
gobiernos legítimos. Saben que ante la ausencia de liderazgo es necesario
apurar el paso, pues se acaban los recursos que groseramente dilapidaron y no
hay más plata para el festín populista. No hay divisas para importar, ni para
pagar a los empresarios criollos y extranjeros ensartados en la trampa corrupta
del control cambiario. La inflación y la escasez se comen los ingresos de
pobres y ricos. La miseria y la violencia crecen mientras el nuevo timonel hace
bostezar al país con monótonos mensajes que denotan su impotencia ante el vendaval que azota a la república. Ya no hay
pueblo que acompañe la farsa o se ilusione ante el engañoso mensaje redentor. En
fin, saben los dictadores de Cuba y
Venezuela que es hora de atenazarlo todo para evitar el desplome del fatídico
sistema. Y en medio del caos el camino a seguir es el de la represión y la destrucción
definitiva de la democracia. Un salto cualitativo. Es decir la dictadura
declarada.
Desde Cuba se
miden nuestros tiempos y en Venezuela se juega la vida el régimen castrista.
Durante más de medio siglo la isla se hizo improductiva. Se liquidaron la
libertad, la generación de riquezas y el trabajo creador. Las promesas de
justicia social se cambiaron por esclavitud y sumisión al gobierno. El Estado
se hizo dueño y administrador de la pobreza general, así como de la vida y el
destino de cada uno de los ciudadanos. La casta militar parasitaria que
encabezan Fidel y Raúl encerró al país en una cúpula de represión que baja o
aumenta de acuerdo con circunstancias y conveniencias. Aperturas tímidas o
restricciones mayores son tan sólo variaciones tácticas que nunca han puesto en
peligro la existencia del régimen. Pasados los tiempos de solidaridad
soviética, el socialismo del siglo XXI ha constituido el mayor golpe de fortuna
para la dogmática dictadura habanera. El petróleo que aspiraban capturar con la
fracasada guerrilla de los años sesenta llegó a sus manos sin disparar más
tiros. Y a través de Venezuela, gracias al desaparecido y obediente discípulo,
vuelven al panorama latinoamericano incorporados en plan estelar a organismos
creados a la medida de sus necesidades. Es así como Raúl Castro preside la CELAC
mientras en Cuba narcoterroristas y gobierno discuten en plan de iguales el
destino de Colombia, y Presidentes y líderes democráticos rinden sus respetos
al más antiguo tirano del planeta. El socialismo del siglo XXI logró además sepultar
la Carta Democrática de la OEA y de todos los organismos que integran la Comunidad
Interamericana. Éxitos de Fidel en el largo otoño de sus últimos días.
Luego de estos
avances, la futura estabilidad de la llamada revolución cubana y la expansión
de su influencia continental dependen de la entronización definitiva de la
dictadura marxista en Venezuela. Por eso Cuba depende de Venezuela y a su vez
Venezuela es manejada en sus grandes líneas estratégicas por Cuba. Así mismo, la
ancianidad avanzada de Fidel y Raúl pareciera obligarles a definiciones que
hasta ahora habían sido congeladas en una hermética estructura de poder.
Mientras tanto una severa crisis económica, agudizada en los últimos años, ha
tornado más difícil la vida interna de la isla. Y desde las catacumbas la heroica,
aunque pequeña resistencia ha logrado hacerse sentir con una fuerza moral
indiscutible en la comunidad internacional. Son chispas que amenazan al hasta
hoy omnipotente sistema comunista. Por ello, un cambio político en Venezuela originado
en una crisis económica y social sería de impredecibles consecuencias para
Cuba. Sobre todo si ese cambio es producto de una rebelión ciudadana surgida de
condiciones de vida insostenibles, y como consecuencia de privaciones que hasta
ahora habían sido desconocidas por la Venezuela petrolera. Un conflicto de esta
naturaleza traería además consecuencias letales para los gobiernos populistas
que han copiado el molde de la mal bautizada revolución bolivariana.
Las medidas
asumidas en el área económica y social, así como la brutal represión
policial-militar; la censura, la autocensura y el cierre de un medio televisivo
internacional, marcan la renuncia definitiva del gobierno a las apariencias
democráticas que hasta ahora habían sido hábilmente resguardadas. Ante esta
radicalización del oficialismo surge una
protesta con contenido diferente al que hasta ahora habíamos conocido. Los
estudiantes han logrado sacudir al país y a la comunidad internacional, y han pagado
una heroica cuota de sacrificio de jóvenes asesinados, perseguidos o
atropellados salvajemente. Por encima de los parámetros de quienes hasta ahora
han conducido a la oposición, una realidad social y económica, surgida del
modelo ideológico en ejecución, comienza a producir respuestas de naturaleza
diferente cuya expansión y alcances aun no podemos medir en su exacta
dimensión. La MUD, así como los partidos,
líderes y grupos que han recibido la confianza ciudadana en las luchas
electorales, están obligados a definir posiciones frente a este nuevo fenómeno y
ante el cataclismo que comienza a sacudirnos. Hoy no son válidas las
rémoras electoralistas, ni la
preservación de pequeñas cuotas de poder o las rivalidades construidas al calor
de enfrentamientos internos. El liderazgo opositor tiene obligaciones tan
grandes, o quizás mayores, a las que asumió la generación que enfrentó a Gómez, o la que derrocó la
dictadura de Pérez Jiménez. En aquellos casos se trataba de sustituir dictaduras
militares tradicionales para establecer la entonces añorada sociedad
democrática. Hoy se trata no sólo de rescatar la democracia. Se trata además de
impedir la desarticulación de la nación, de preservar la identidad del país y detener el proceso de sumisión al
totalitarismo fidelista. En nuestra historia no existen precedentes comparables
con la realidad que hoy vivimos. Entramos en un tiempo de caos monitoreado
desde las alturas del poder en el que se atacan los preceptos educativos,
históricos, religiosos y éticos que han constituido la esencia del ser
venezolano. Se destruye el valor de la propiedad y del trabajo. Se estimulan el
odio y la confrontación. Y se nos convierte en una sociedad en la que reina la
crispación el temor y la muerte. Lo que unos pocos percibieron y se atrevieron
a anunciar, hace ya algún tiempo y de manera reiterada, se convierte ahora en
realidad. Hoy el país puede sentir el verdadero contenido del proyecto
comunista, cuando todos los medios radioeléctricos son silenciados y a la
prensa escrita se le condena a desaparecer en breve tiempo; cuando las
detenciones ocurren en masa y el ensañamiento se convierte en el método más
común a la hora de reprimir torturar y encarcelar, amparado el gobierno en el
silencio establecido por su maquinaria dictatorial.
El liderazgo
democrático por encima de tropiezos y errores, ha logrado en estos años
cohesionar los valores unitarios en la conciencia libertaria de millones de
compatriotas. Hoy somos una mayoría creciente frente a un gobierno ilegítimo en
su origen y en su desempeño. La dirigencia democrática debe ahora ampliar
horizontes, entender el sentido de la rebelión cívica, y asumir su
responsabilidad en la canalización de las luchas de quienes combaten con la fuerza
de la paz y por las banderas de la libertad. Se trata de derrotar al comunismo
y restablecer la democracia. No hay otro camino.
Ilustración: http://ciudad-futura.net/2010/10/03/humor-angelis/ Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/18342-comunismo-y-oposicion
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