El falso dilema
Luis Barragán
Frecuentemente, lidiamos con posturas consideradas como moderadas y radicales en la oposición venezolana. La confusión prácticamente permite tratar de terroristas a unos y de entreguistas, a otros. Empero, porque los rusos también juegan, según la famosa humorada, sospechamos de los ingenuos que pronto caen en las trampas gubernamentales, o de los colaboracionistas que hacen de la levedad su mejor emblema.
El problema real está en esperar – resignados – el cumplimiento de una futura agenda electoral, convencidos de una condición minoritaria que acompleja, mientras somos ajenos al difícil proceso y procesamiento de una crisis social y económica que exige respuestas inmediatas. El problema está en confiar cándidamente en las instituciones, cuando – por ejemplo - la infuncionalidad parlamentaria y el estrangulamiento de los medios independientes apuntan a la quiebra política, excepto la institución que queda y espera: la calle.
La protesta estudiantil adquiere cada vez una mayor resonancia y consistencia, no sólo porque las instituciones no responden a sus legítimas demandas, sino por la inexorable urgencia de preservar la vida, ya que el problema de la inseguridad personal nos ha desbordado. Y, lo que es peor, el incompetente gobierno reacciona violentamente frente al más modesto reclamo, reciclando sus fracasos y abusando de la mensajería digital de textos dizque para informar sobre el llamado Plan Patria Segura.
Una indignación ya masificada, no sabe del falso dilema entre aguardar – resignadamente – a una nueva elección presidencial y apelar – desesperadamente – a la alteración del orden público. Incluso, de hacer caso a la tesis de una tal acumulación de fuerzas para derrotar a Nicolás Maduro en 2019, luce indispensable efectivamente acumularlas desde ya con el apoyo, compromiso y orientación de las luchas populares.
Agravando la situación, el régimen responde con una violencia mayor de la que dice defenderse. Los corajudos jóvenes neoespartanos que protestaron pacíficamente a la delegación cubana de la Serie del Caribe, a 200 metros del hotel que la alojaba, o los tachirenses que elevaron su voz ante la sede de la gobernación, fueron injustificada e irresponsablemente enviados a los peligrosos centros penitenciarios de Barcelona y Coro, donde anidan los pranes generados por el socialismo parasitario.
Tildando de fascista toda inconformidad ciudadana, el oficialismo celebra la aprehensión del estudiantado a través de una marcha que dice insuflarlo moralmente, creyéndose relevado de responsabilidades. La maniobra de distracción, esperando por otras que prodiguen los publicistas, lo lleva a anunciar el reciclaje de medidas para el venidero 14 de febrero bajo el denominado Plan de Pacificación.
Además, el gobierno ha adoptado un conjunto de decisiones que, importando poco sus incontestables y nefastas consecuencias, ameritan de una pronta rectificación. Estrangulados los medios independientes de comunicación social y bloqueado el parlamento (inmovilizándolo), tales decisiones nos llevan a la propia inexistencia del país al correr el presente siglo, por lo que aquello que llaman hacer política no algo distinto al decidido compromiso con las causas populares, en condiciones tan difíciles de quiebra económica, desabastecimiento de los insumos básicos, desempleo atronador, indecible costo de la vida y, faltando poco, una represión quirúrgica o masiva que apenas logra alguna vestimenta de las formalidades.
En esta amplia acera de la oposición política, no caben la retórica que ha derivado de los monólogos presidenciales, auspiciando los buenos modales, ni el burdo zafarrancho callejero, estelarizando las malas costumbres, para sintetizar una absurda disyuntiva que puede revelar la escasa calidad del dirigente político. Y es que enlazar con la oposición social que se agiganta, canalizándola de acuerdo a los más caros valores e ideales, significa recuperar toda la responsabilidad histórica de la que Venezuela urge: rogándole a Dios, a la vez que dando con el mazo.
http://www.noticierodigital.com/2014/02/el-falso-dilema-2/
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Pieza: Kumi Yamashita.
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