NOTITARDE, Valencia, 27 de abril de 2014
"Caminando con Cristo"
Cristo se aparece a los doce (Jn.20,19-31)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
El evangelio de este domingo nos narra dos apariciones de Jesús resucitado a sus apóstoles; ambas suceden en el día domingo; el primer día de la semana; la primera la realiza en la tarde del mismo día de la Resurrección y al tercer día después de su muerte; la otra sucede a los ocho días después de la Pascua. En una está ausente el apóstol Tomás y en la otra está presente. La escena del evangelio tiene una gran enseñanza para nosotros, como Iglesia de Cristo que somos. Detrás de la narración se presenta el antes y el después de la comunidad de los creyentes (apóstoles y discípulos en general). El antes representado por el miedo, por la cobardía, por la derrota, la desesperanza, la humillación, el pesimismo, la falta de fe, la incredulidad de los que decían creer y el después (cuando vieron a Cristo resucitado) representado por la profesión de fe, que en labios de Tomás es la expresión más hermosa de todo el evangelio: "Señor mío y Dios mío"; es el coraje, la fortaleza, la valentía, el radicalismo de la fe que no tiene miedo a la muerte o la persecución. De tal manera, que la presencia de Cristo resucitado en medio de sus apóstoles les transmitió un dinamismo que los convierte en evangelizadores de la Buena Noticia de la Resurrección. No solo Tomás dudó, quizás fue el más atrevido o el que habló en nombre de la duda colectiva; ya que todos estaban encerrados "por miedo a los judíos".
Para nosotros es ejemplarizante la actitud de los apóstoles; en ellos, como creyentes nos vemos nosotros retratados. ¿Es acaso ajeno a nosotros el miedo? A pesar que sabemos y hemos escuchado de la existencia de un Dios que nos ama. ¿Cuántas veces nos asalta la derrota, la desesperanza y el pesimismo? A pesar que creemos que Cristo resucitó, venció a la muerte y el pecado; que es el Hijo de Dios, el Mesías esperado. ¿Cuántas veces dudamos del amor y cercanía de Dios? A pesar que sabemos que Dios Padre entregó a la muerte a su propio Hijo para que nosotros tuviéramos vida eterna y llegáramos al conocimiento de la verdad. La actitud de aquellos apóstoles y discípulos es también la actitud de muchos de nosotros. Estamos invitados, por tanto, a un encuentro profundo con Cristo resucitado, a acercarnos a Él con fe, como lo hizo Tomás; necesitamos sentir su presencia y eso solo se logra en la intimidad de la oración cotidiana (diálogo sincero y amistoso con El Señor), en la lectura, escucha y meditación de su Palabra (sobre todo de los evangelios), de la asistencia asidua a la Eucaristía dominical y sobre todo en el comulgar su Cuerpo y su Sangre (Sacramento que Él nos dejó como alimento de vida eterna), en la confesión de nuestros pecados y el propósito constante de convertir nuestros pasos hacia Él (aprovechando ese sacramento que Él mismo nos dejó para expiación de nuestras faltas, como es el sacramento de la confesión, como lo dice hoy a sus apóstoles: "A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos").
En este evangelio resalta también el poder que Cristo deja a su Iglesia; poder espiritual. Poder delegado en los apóstoles, hoy representados por los obispos y por los sacerdotes, colaboradores del colegio episcopal. Cristo transmite la paz, les da el mandato misionero, les transmite el Espíritu Santo y les da, como ya señalamos, el poder de perdonar los pecados.
Este domingo estamos invitados a la fe radical en Cristo; invitados a mirar más allá de nuestras vicisitudes, de los problemas grandes o pequeños de nuestro caminar cotidiano, a mirar más allá de lo que incluso nosotros creamos perdido o sin remedio; porque el evangelio nos dice que la fe mueve montañas y para Dios nada hay imposible y lo demuestra su victoria sobre la muerte y el pecado; lo demuestra la fe de más de dos mil años, por la que todavía hoy siguen entregando sus vidas hombres y mujeres; dando ante los ojos de muchos un salto en el vacío, que no es más que una fe profunda en Cristo resucitado; al estilo de muchos santos, como los papas Juan XXIII y Juan Pablo II que fueron coherentes y radicales en el seguimiento de Cristo y lo tuvieron siempre como norte y modelo de sus vidas.
IDA Y RETORNO: Hoy, segundo domingo de pascua, es día de Jesús de la Divina Misericordia. Hoy es un día especial para nuestra Iglesia Católica; porque tenemos dos nuevos y grandes santos: San Juan XXIII y San Juan Pablo II, canonizados hoy en Roma por nuestro Papa Francisco. Damos gracias a Cristo por bendecir a nuestra Iglesia con santidad; a Él sea siempre el Honor y la Gloria. Un día, como hoy, nos recuerda que la santidad es un llamado para todos los cristianos, que la santidad es posible hoy y consiste en seguir a Cristo con fidelidad y vivir en el mandamiento fundamental del cristianismo: El amor. Quien ama sigue a Cristo y recibe sus dones y bendiciones. El amor es Dios y viene de Dios; por tanto, el santo es el que vive cerca de Dios y al estilo de Dios; amando y sirviendo. Gracias, Señor, gracias.
Cfr. Isabel Vida de Tenreiro: http://elimpulso.com/articulo/buena-nueva-o-misericordia-o-justicia
Ilustración: http://www.bsasstencil.org/blog/wp-content/uploads/2009/01/mighty-jesus-580x474.jpg
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