EL NACIONAL - Lunes 03 de Febrero de 2014 Opinión/4
Libros: Elías Canetti (I)
NELSON RIVERA
A priori uno puede creer que se trata no más que del amor fallido entre Kafka y Felice Bauer, y así entregarse a leer las Cartas a Felice bajo la expectativa de volver a encontrarse con la luz inaudita de la prosa de Kafka. Pero al poco rato uno puede sentir la incomodidad de estar en lugar inadecuado.
Metido en turbulencias ajenas.
Leyendo unas cartas que han podido permanecer fuera del alcance de los lectores. Puede uno preguntarse incluso cómo fue posible que la relación imposible entre ambos se extendiera más allá de unos pocos meses. También puede ocurrir que junto con verificar su genio sin fecha de caducidad, uno le abra la puerta a la sospecha de que los tormentos del caballero Kafka podían adquirir las proporciones de lo canallesco.
Si leerlas de punta a punta requiere de aliento y de una curiosidad de piernas firmes, estudiarlas y escribir sobre ellas como hizo Elías Canetti en 1968 tiene algo de pasión impenitente: la voluntad de la mente lúcida volcada sobre su objeto ("El otro proceso. Las cartas de Kakfa a Felice", forma parte del volumen 9 de las obras completas de Canetti, publicado por Debolsillo, Random House Mondadori, España, 2013).
La devoción de Canetti por Kafka no compromete su sentido de la distancia: nada de lo que relatan las cartas a Felice, de lo que significan o de lo que intercambian con las otras escrituras de Kafka, queda fuera de su voluntad de intérprete. Canetti no se aparta de sus propias emociones: también lee con el corazón. Registra las temporadas, las tempestades y los pocos días amables que compartieron Kafka y Felice a lo largo de los años. Que hay una inteligencia que parece especialmente configurada para hacer indistinguibles las sensaciones de las ideas, lo prueba este deslumbrante ensayo de Canetti (1905-1974). Canetti firma una hipótesis central en su ensayo: que las cartas, especialmente en dos épocas, fueron fuente vivificadora de la labor creativa de Kafka. "El otro proceso" se refiere, en concreto, al modo como el infeliz episodio que involucró a Felice y a su amiga Grete Bloch, se proyecta en El proceso. Antes, al comienzo de la relación entre ambos, Felice habría sido el dínamo que dio alas al productivo Kafka de 1912. Lean a Canetti: "El grado de intimidad de estas cartas es inconcebible: son más íntimas que cualquier descripción detallada de una felicidad. No hay informe alguno de un hombre permanentemente titubeante que pueda comparársele, ni personalidad que se haya desnudado tan íntegramente". Ellas muestran, sugieren o exponen al hombre, de un modo turbador y crudo.
EL NACIONAL - Lunes 10 de Febrero de 2014 Opinión/4
Libros: Elías Canetti (II)
NELSON RIVERA
Trenza urdida con un profundo sentido de las correspondencias: me parece que no hay un momento comparable en toda su obra (aunque debo advertir que no he leído su teatro), en el que Canetti haya dibujado y anudado con su inteligencia resuelta las confluencias y los rechazos, en este caso entre los tres autores a los que dedica "Proust - Kafka - Joyce: una conferencia introductoria", ensayo de 1948 (pertenece al volumen 9 de las obras completas de Canetti, publicado por Debolsillo, Random House Mondadori, España, 2013). Comienza por enunciar una tríada: la preocupación por la tradición heredada, que tiene en la memoria subjetiva su camino primordial (Proust); la preocupación por el momento presente, indagado a fondo y, a un mismo tiempo, aislado de otros momentos (Joyce); la preocupación por lo venidero, lo amenazante e inasible (Kafka). Dice Canetti: "Todas las destrucciones pertenecen al futuro, todas las reliquias al pasado".
Proust, Kafka y Joyce son distintos en muchos sentidos, pero el talante autobiográfico presente en sus obras invita a reunirlos. Canetti afirma que ninguna de las biografías que se han escrito de cada uno alcanza a superar lo que cada escritor averiguó de sí mismo en su propia obra. Desde esta consideración se interesa por el estado de soledad de cada escritor: Proust, que no renunció nunca a su inserción en la familia y al vínculo con su madre; Joyce, que experimentó un poderoso antagonismo hacia su padre y una posición muy crítica hacia su familia ("Apenas si sentía la comunidad de sangre con ellos, apenas si se imaginaba ligado a ellos más que por una especie de misterioso parentesco adoptivo: hijo adoptivo, hermano adoptivo"). En el caso de Kafka, vivió bajo el peso de una desdichada relación con su padre, afectado por el sentimiento de ser rechazado. También, sobre sus respectivas proyecciones autobiográficas, Canetti explora la sustancia, que es lo que cada escritor "realmente aísla". En el caso de Proust, se trataba de una doble sustancia: el funcionamiento interior de su memoria y el profundo conocimiento que tenía de la sociedad parisina; de Kafka, Canetti destaca la fuerza que la duda tenía en su espíritu, así como la fascinación que sentía ante las realidades del poder; las sustancias de Joyce habrían sido la ciudad de Dublín, por una parte, y su capacidad incalculable de almacenar y apropiarse de las palabras. "Solo cuando examinamos Ulises con más detenimiento nos daremos cuenta de hasta qué punto el uso de las palabras había sido sencillo e ingenuo hasta la aparición de esta obra".
Ilustración: Fernando Vicente.
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