Cruz-Diez: nostalgia de futuro
Luis Barragán
Está cumpliendo 95 años el maestro
Carlos Cruz-Diez y, claro está, si no fuese por la tragedia que hoy está
demoliendo a Venezuela, sería el centro festivo de la República que ayudó a
construir desde la más exacta, confiada, limpia y creadora civilidad. Una edad respetabilísima, lo hace testigo de
las experiencias y cambios políticos y, particularmente, estéticos del país que
se empinó por encima de sus comodidades petroleras, miserablemente estafado en
el siglo XXI, tras el saqueo que no cesa.
El artista es uno de los
responsables de la novísima mirada que, en décadas pasadas, aportamos universalmente
los venezolanos. De “rayitas y colores”, como popularmente se le caracterizó, evolucionó desde el arte figurativo
e, incluso, de las tiras cómicas que constituyeron una etapa, a la genialidad
de un juego tozudo de perspectivas reivindicadoras de un optimismo jamás
cancelado.
Nuestra promoción generacional
recibió la influencia de un poderoso movimiento que incluyó a diestros
críticos, los que fueron capaces de distinguir entre el trigo y la cizaña. Sin
dudas, fue expresión fiel de nuestras libertades y, en todo caso, del derecho
irrenunciable a combatir por ellas, bajo un régimen diferente al de ahora que existencialmente
se explica por el morboso empeño de cancelarlas.
En una ocasión, el periodista
Leonardo Padrón solicitó una explicación de su obra, respondiendo Cruz-Diez con
una espléndida instrucción: “Simplemente que camines hacia adelante, que no te
detengas ante ella porque hacerlo, la obra muere. Mi obra se produce en el
tiempo y en el espacio. Al mínimo movimiento, van surgiendo nuevas gamas, porque
ese es justamente el propósito de crear una situación monocroma que va
evolucionando, por cientos y cientos de maties, y termina en otra solución
monocroma" (“Materia prima”, Grupo Santillana, Caracas, 2007: 93).
En las despedidas por
Maiquetía, la diáspora lleva impresa en
el alma al Cruz-Diez que lo despide y que no tardará en recibirla con los brazos abiertos. Él mismo advirtió que sus
creaciones no tenían vocación para una “manipulación de la nostalgia” (“Reflexión
sobre el color”, FabriArt, Caracas, 1989: 13), por lo que en balde haríamos
poesía de nuestras desgracias, buscando un refugio que las atenúe: creyendo
darle una última pisada en el Aeropuerto Internacional, debemos volver para
responder a la otra nostalgia, la del futuro que se realiza a punta de las
realidades que están pendientes.
Reproducción: Carlos Cruz-Diez en el lente de Carlos Arenas. Momento, Caracas, 1960.
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