Apreciación inicial
Luis Barragán
Catorce años continuos de poder, diluidos en los muy pocos días de una campaña electoral en la que no pudieron esconder el bulto del ventajismo, la arrogancia y el despilfarro. Sobre el lomo de una crisis social reprimida, ha cabalgado la indecible necropolítica, agotándose, respecto a las fuerzas gubernamentales, tal como la antipolítica ha experimentado lo suyo en una oposición que está encontrando el rumbo.
A modo de ilustración, no puede pasar por alto que un buen día Capriles escenifique uno de los tantos actos que conmovieron a la población, gratuita y espontáneamente movilizada para verlo y escucharlo, en el estado Anzoátegui, y, en horas de la noche, llega Maduro para intentar replicarle. Y lo hace, confundiendo el Estado con el principalísimo partido del cual es candidato, al pie del flamante avión presidencial que lo ha puesto ante la agrupación militar que le rinde honores: ésta sola circunstancia ha debido inhibirlo, pero no temió rasgarse las vestiduras, despachando una versión prepotente, agresiva y caprichosa de una candidatura que tuvo por único y literal argumento reclamarse como hijo de Chávez Frías, devolviéndonos al siglo XIX de las guerras y escaramuzas saldadas por no pocos motivos triviales.
Y, hoy, cuando escribimos a punta de madrugada, ha sido demasiado evidente la agresiva soberbia de un oficialismo que, por un lado, no sabe responder a las cifras alcanzadas que no guardan proporción alguna con la vastedad de los recursos y servicios del Estado impunemente empleados. Y, por el otro, no pueden verle la cara a sus seguidores de buena fe, quienes intuyeron una derrota de la cual sólo el abuso podría salvarlos o, mejor, salvar a los ministros, gobernadores y alcaldes que constituyen la augusta nomenclatura del régimen.
Nuestro escenario particular ha sido el de todas las dificultades y peligros, ocupado por la gravísima amenaza de un acto de torpeza de las camarillas del poder, pues, retrotraídos a una asombrosa premodernidad política, ellas – y nada más que ellas - nos colocan en el innecesario dilema que alguna vez le leímos a Norberto Bobbio, entre la consideración doctrinaria del principio de legitimidad y el problema real de la obediencia únicamente dispensada al mandato del poder legítimo. Innecesario, en la medida que se resisten a pagar el costo político de las devaluaciones, por decir lo menos, replicando con el temerario y posible allanamiento de la inmunidad de los parlamentarios de sus antojos, arrastrando a toda la población.
La oposición pide el reconteo manual de los votos, una natural y universal demanda que, por sí misma, la legítima. Y el oficialismo, a menos de 24 horas de celebrados los comicios presidenciales, no puede resistirse y negarse echándole más leña al fuego.
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Fotografía: LB, Caracas (12/04/13).
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