domingo, 8 de mayo de 2011

LEGADO


EL NACIONAL - Domingo 08 de Mayo de 2011 Siete Días/7
Sábato o Nunca más
TULIO HERNÁNDEZ

La prueba de la profunda lesión histórica que produce la polarización política en las naciones que la han padecido podemos encontrarla en la vida política de Ernesto Sábato y en la polémica que, aun ahora que la muerte le ha visitado, se produce por estos días en Argentina sobre sus actuaciones públicas.

Sábato, es cosa sabida, fue un escritor que se mantuvo atento a las responsabilidades ciudadanas y no eludió la toma de partido en asuntos políticos. Como muchos otros intelectuales, estuvo en el ojo del huracán al oponerse abiertamente al peronismo en su momento de mayor efervescencia.

Sin embargo, con el paso del tiempo, Sábato intentó reelaborar sus radicales posiciones iniciales, que le llevaron a asociar peronismo con fascismo y a explicarlo como un producto del resentimiento social, para terminar hilando un poco más fino y explicar la complejidad del sentimiento que Perón y Evita generaban en Argentina, especialmente entre los pobres.

Camino inverso recorrió con el comunismo. En tiempos juveniles vivió el encantamiento que la Revolución Bolchevique suscitó en cierta intelectualidad latinoamericana y europea, pero más temprano que tarde, al mirar de cerca lo que ocurría en la Unión Soviética, se horrorizó con el totalitarismo estalinista y públicamente se deshizo de un credo al que siguieron complacientemente atados notables intelectuales.

Pero la actuación política más importante de su vida ocurrió al aceptar presidir la Comisión Nacional de Desaparición de Personas, creada por el presidente Raúl Alfonsín en 1983, cuando Argentina regresaba a la democracia luego de padecer una de las más crueles y sangrientas dictaduras que haya conocido la región.

La Conadep dejó un documento tan impactante como excepcional. Un informe de 480 páginas titulado Nunca más en el que se detallan los horrores de la guerra genocida que desataron los milicos argentinos para combatir la violencia guerrillera iniciada por los Montoneros, el ala izquierda del peronismo.

De ese documento, el prólogo debería ser una lectura obligatoria en las naciones latinoamericanas siempre propensas, como bien lo sabemos en Venezuela, al asedio del golpismo, el militarismo y la tentación de las revueltas armadas. Tres lecciones básicas nos dejó Sábato en ese texto. La primera, conocida, que no queda duda de que la violencia política, venga de donde venga, engendra más violencia aún. La segunda, que, sin embargo, el terror ejercido por los particulares no puede ser combatido con terrorismo de Estado: que nada puede justificar la impunidad ejercida desde el poder para secuestrar, torturar y asesinar en nombre de la seguridad nacional. Y la tercera, la más importante, que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo del espeluznante horror que vivieron los argentinos de aquel tiempo. Lo expresó con sabias palabra: "Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la nación durante la dictadura (...) servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia (...) puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana".

Se conoce con exactitud los riesgos que Sábato y los demás miembros de la Conadep corrieron para elaborar ese informe. Y, sin embargo, una buena parte de los mensajes que por estos días han circulado en Argentina, en blogs, Twitter y artículos de prensa, son pases de factura que minimizan su aporte a la democracia y frases burlonas referidas al famoso almuerzo con el dictador Videla al que Sábato efectivamente asistió en compañía, entre otros, de Jorge Luis Borges en 1976.

Es la polarización que, aun pasado el tiempo, no perdona ni siquiera a aquellos que tuvieron el acierto de rectificar.

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