sábado, 5 de mayo de 2012

LHC

SOL DE MARGARITA, Porlamar, 5 de Mayo de 2012
La reivindicación necesaria de LHC
El ex presidente sin pretenderlo ni saberlo se había convertido en ejemplo para un país que le había dado la espalda y que quizá ahora comience a admirarlo. Vivía modestamente, sin escoltas, se las había quitado en gesto mezquino Chávez.
FAUSTO MASÓ

Fuimos vecinos en Sebucán varios años de Luis Herrera Campíns, lo visitamos alguna vez, sin llegar a desarrollar una amistad, apenas nos saludábamos de lejos, pero aprendimos a admirar a un ex presidente que sin pretenderlo le daba una  lección al país, en los últimos años de vida.

Sin decir una palabra, su recuerdo hoy reivindica a la llamada República Civil, demuestra que a pesar de sus errores LHC fue algo más importante que un gran político, una gran persona. Todo esto nos lo recuerda el libro de Ramón Guillermo Aveledo, “El Llanero Solidario”.

El ex presidente sin pretenderlo ni saberlo se había convertido en ejemplo para un país que le había dado la espalda y que quizá ahora comience a admirarlo. Vivía modestamente, sin escoltas, se las había quitado en gesto mezquino Chávez.

No se quejaba de sus estrecheces económicas ni de que lo tuvieran en el olvido, probablemente sus últimos años lo invadió la tristeza al presenciar el destino del partido que había fundado y el rumbo que había tomado Venezuela. Ahora la publicación del libro de Ramón Guillermo Aveledo, lo vuelve a la actualidad.

LHC pecó por ser demasiado amigo de sus amigos, algunos se aprovecharon de su cercanía para comportarse indebidamente, tampoco supo comprender la crisis económica venezolana, como le ocurrió a la inmensa mayoría de nuestros políticos, incluso a Carlos Andrés Pérez, que creyó que bastaba con un tratamiento de shock para recuperar la economía y hasta se jactó de que él aplicaría en democracia un programa que solo un Pinochet había podido llevar a cabo. Se equivocaba y le costó el poder.

 LHC atisbó la necesidad de cambios económicos, pero su formación política lo limitó para emprender proyectos audaces.

Los 14 años de Chávez, por contraste han puesto ante nuestros ojos el gran legado de LHC: la decencia, la trascendencia de ciertos valores, los que despectivamente se califican de burgueses, tradicionales, pero sin los cuales no hay sociedad, y en especial la venezolana, que no se precipite en una crisis terminal.
En Argentina hoy se admira a hombres como Arturo Illia, cuyo derrocamiento inició un ciclo de violencias y corrupción del que todavía no se recupera el país. Un médico que se preocupaba de los pobres, un presidente que cometió errores pero cuya estatura se agiganta al compararlos con los dictadores militares, los políticos corruptos como Carlos Menem, la demagogia de los Kirchner.

Las ideas de Luis Herrera sobre economía no le permitieron comprender y dominar la crisis venezolana; era pedirle mucho que supiera enfrentar la crisis que desembocó en el Viernes Negro y que marcó su presidencia, pero dejó una obra y su vida acrisolada. Ramón Guillermo Aveledo la cuenta con objetividad.

Uno de los secretos del poder de Chávez ha sido imponernos una visión simplista de la historia, que desgraciadamente imperaba en nuestros libros de historia y en las Academias Militares, visión que destaca el aspecto marcial de nuestro pasado, en la crítica despiadada de los presidentes de la IV República, mejor llamada la República Civil.

Cometieron errores, pero representan lo mejor del pasado venezolano, el  período que más resplandece en la historia.

LHC aplicó una exitosa política internacional, respaldó a Argentina en la Guerra de las Malvinas, desarrolló la democracia en Centroamérica, construyó el complejo del Teresa Carreño… y sobretodo, gobernó como un demócrata, algo que extrañamos hoy.

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