Texto-fobia: Susan Sontag, entre la nostalgia y la utopía
María Celina Núñez
Susan Sontag tiene el valor de los autores clásicos a quienes, si no por obligación, con seguridad hay que volver por placer. En su famosísimo ensayo “Contra la interpretación” (1961), hace una serie de disquisiciones sobre el arte y especialmente sobre la crítica que aun hoy llaman la atención. En la reedición de 1996 (que aparece también en 2007), dice: “mi expectativa es que su actual reedición, con la adquisición de nuevos lectores, pueda contribuir a la tarea quijotesca de reforzar los valores a partir de los cuales se escribieron estos ensayos y reseñas. Acaso los juicios del gusto expresados en estos ensayos hayan prevalecido. Los valores que subyacen a estos juicios no”. Se reconoció, en su balance de 1996, una autora fundamental de los 60 y los 70. Años que para ella fueron de privilegiados como lo habían sido las Vanguardias de los 20. “Lo moderno era una idea vibrante” y lo contrasta con la posmodernidad (para ella, tiempo de capitulaciones).
Sontag ve dos posibilidades de concebir el arte dentro del contexto platónico-aristotélico. La obra de arte según un modelo pictórico, es decir el arte como pintura de la realidad; o la concepción del arte como modelo de afirmación (afirmación del artista). En ambos casos, el contenido tiene prioridad sobre la forma. Esta dicotomía contenido-forma se mantiene aun cuando los contenidos sean menos figurativos que antes. “…Cuando el arte no se veía obligado a justificarse, cuando no se preguntaba a la obra de arte que decía, pues se sabía (o se creía saber) que hacía”. A partir de aquí la tarea de defender el arte es ineludible y aquí justamente es donde Susan Sontag introduce el concepto clave de “interpretación”. “La interpretación, aplicada al arte, supone desgajar de la totalidad de la obra un conjunto de elementos”. “La labor de interpretación lo es, de traducción”. Obviamente Sontag considera que la interpretación aparece con la cultura griega clásica. Y aquí entra la figura del intérprete que sin suprimir o reescribir el texto, lo “altera”. Por ejemplo por más que alteren el texto los intérpretes, siempre se tratará para ellos de la revelación de su sentido. Cita el ejemplo de Cantar de los cantares, objeto de diversas interpretaciones espirituales cuando incuestionablemente tiene un valor erótico.

Su concepto de la crítica es que esta debe plantearse a la luz del condicionamiento de nuestros sentidos y en recuperarlos. Se trataría de un reaprendizaje de facultades primigenias perdidas: “Debemos aprender a ‘ver’ más, a ‘oír’ más, a ‘sentir’ más”. Y así, la función de la crítica sería mostrar “como es lo que es”, “que es lo que es”, “en vez de” que significa.
El modelo cultural del que habla Susan Sontag es el de los años 60 con toda su carga política, ideológica y cultural. En algún momento ella dice casi textualmente: eran los 60 pero no lo sabíamos. Retomando lo que ella dice: que la concepción mimética del arte obliga a la justificación de este implicaría también la justificación del autor. El artista, el intelectual, el escritor tendría que justificar su rol social en tanto productor de bienes culturales, ya sean estos artísticos o críticos.

Para Sontag, el escritor era “alguien que se interesa por todo”. También se autodefinió como una esteta beligerante y una moralista apenas disimulada. Ciertamente su obra variada y aguda incluye novelas, piezas de teatro, ensayos y un libro de relatos. Esta amplitud de géneros y temas; su capacidad para medir el pulso de su tiempo y para mirarse objetivamente tres décadas después, muestran que fue una autora que se interesaba por todo. Murió en 2004. Un año después de haber obtenido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
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