“(X
Conferencia Interamericana, Aula Magna, Caracas, 1955) En la apertura se
presentó la Orquesta Sinfónica de Venezuela dirigida por Vicente Emilio Sojo,
un demócrata a toda prueba, un guatireño muy amigo de Betancourt y simpatizante
de AD. Un hombre honorable y vertical hasta el fin de sus días, y también un
maestro de músicos que le fueron fieles y lo invocaron como ejemplo (…) ¿Fueron
razones impresentables las que lo llevaron a poner la música al servicio de una
reunión como aquella? ¿Era la prueba palpable de la forma como utilizan las
autocracias militares a los músicos de primera línea? (…) Estoy absolutamente
seguro de que ninguna de esas pérfidas razones fue determinante de la conducta
del maestro Sojo. Hizo la presentación musical a una audiencia internacional
integrada por las autoridades más altas de la comunidad interamericana, y esa
es una verdad honda que se sobrepone a las verdades de superficie. Entre otros,
ese antecedente me ha inducido a mirar con calma y benevolencia a otros grandes
músicos venezolanos que las autocracias quieren poner al servicio de sus
pretensiones (…) De las manifestaciones culturales que quiso aprovechar la
dictadura merece destacarse la obra estupenda de Manuel Rodríguez Cárdenas, El Retablo de las Maravillas. Puesto que no hay muchas cosas nuevas bajo el
sol, no será distinta – y lo cito para una mejor inteligencia de lo que estoy
diciendo – a la apropiación por el gobierno actual de grandes artistas como
José Antonio Abreu y Gustavo Dudamel. Ambos han sido reconocidos en 2012 por Musical American Awards. Músico del año,
Dudamel; Educador del año, Abreu.
Sacarle provecho a esos grandes logros de otros para usufructo del régimen es quizá un estilo
propio de los sistemas militaristas, tan poco amigos de la verdad como de los
usos democráticos. No es culpa de los afectados, cuyo interés supremo es la
danza, la música y la dirección orquestal”
Américo
Martín
(“Ahora
es cuando. Memorias I 1945-1960”, Libros Marcados, Caracas, 2013: 129 s., 144)
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