domingo, 5 de agosto de 2012

LA OTRA RELACIÓN LABORAL

De la pared tarifada
Luis Barragán


Antaño, todo rincón urbano prometía un atril para la disidencia. Actividad perseguida en nombre del pudor político y de la estética pública, acuñó trazos y frases que se hicieron parte inadvertida de la vida cotidiana, cuando no leyenda artística.

Reportajes como los de José Pulido, con fotografías de Luigi Scotto (El Nacional, Caracas, 24/03/86), por ejemplo, registran un frenesí que competía con las grandes y medianas vallas publicitarias. Decía el periodista, “las paredes no oyen: ¡hablan!”, dejando un testimonio para la posteridad.

Hoy ocurre un fenómeno harto diferente con la burocratización de los muros de todas las ciudades, pueblos y caseríos que no dejan cupo para la imaginación espontánea y creadora. Además de los millonarios afiches y pendones que trenzan cualquier localidad venezolana, el grafitero deja la constancia de vida de Chávez Frías, hastiándonos con su mensaje.

A falta de otras actividades  útiles o constructivas, se impone el rayado masivo, aumentando la agorafobia. El rostro del Comandante-Presidente y la respectiva arenga, pueblan las paredes, muros y todo espacio susceptible del brochazo, incluyendo el contra-ataque descalificador de Capriles: “Ah, muchacho pa´ bobo”, fue uno de los “silk-screen” mejor cotizados tras la exitosa inscripción electoral del candidato de la unidad democrática.

Estas pintas inauditamente masivas y convencionales, forman parte de la rutina de los jóvenes asalariados que pueden trepar las escaleras, sostener el pote de pintura y colorear las paredes con la protección de las autoridades públicas. E, incluso, realzar las fechas y los protagonistas patrios con la intencionada afiliación política actual, gracias a las múltiples fundaciones que, por vía del presupuesto público, abaratando la propaganda, les paga mal y, a veces, no les paga, pues el destajo caracteriza una particular relación laboral disfrazada de militancia partidista.

Siendo así, las pintas no cuentan con la prestancia, la rebeldía y el riesgo de otras épocas que, vaya desparpajo, las reclaman como propias. Sintetizan una actividad que, tras la promesa o el cumplimiento de una beca, empleo o vivienda, ilustra muy bien el claro afán del miraflorino: estar hasta en la sopa, como les pasa a los cubanos con el Fidel que los moraliza a cada rato.
 
Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/12457-de-la-pared-tarifada
Fotografías: Una, tomada de la red; y, la otra, José Pulido y Luigi Scotto reportan (El Nacional, Caracas, 24/03/86),

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