¿Faltan ratas …?
Ox Armand
Excepto fenómenos de barrido histórico de elencos (la invasión andina de 1899 o la insurgencia de 1945, por ejemplo), la crisis suelen anunciarse cuando las ratas saltan del barco. La fórmula o, mejor, hipótesis, no tiene connotación moral o personalmente peyorativa contra alguien específico, sino que invita a una constatación. Para 1999, fruto de la confusión o del malicioso envalentonamiento, muchas fueron las deserciones que constituyeron casi una osadía: saltaron del barco puntofijista quienes lo navegaron cómodamente, los que vieron una inmejorable ocasión para pasar una factura, frente a los que se acercaban decididos desde las otras naves adversarias que siempre tripularon, unas bucaneras – las más – y otras de impecable y respetable registro naviero. ¿Cuáles saltos anuncian esta crisis definitiva que vivimos? ¿Serán todos significativos? ¿Se esperan otras estelares?
Hubo y hay esos saltos. Unos de buena fe, arrepentidos ciertamente; y otros de la peor, aprovechándose de las circunstancias y – otra hipótesis nada descabellada – fruto de la infiltración gubernamental. Al lado de los bienvenidos, están los políticamente tolerados. Y también despreciados. No es que pretendamos un cierto ejercicio de “saltódromos”, pero ¿recuerdan aquello del estado general de sospecha? Pues, bien: el cielo encapotado anuncia tempestad. Será electoral. Propiciará el cambio, aunque no lo consumará.
Hay otra especie de saltadores (o asaltadores, dice una misia). Los que van directamente a tocar las puertas de la DEA. Por primera vez en nuestra historia, los prisioneros del poder no pueden tomar con facilidad el camino del exilio. No les importa otra cosa que salvar el pellejo quienes tocan la puerta más que los viejos carteros, frente a los que o pueden o no deben hacerlo y se aferran en territorio nacional.
Todo esto lo suscitó una vieja ilustración del periódico de Luis Miquilena, “Clarón”, de 1963. ¿Alguien puede contextualizarlo mejor antes y… ahora?
Ilustración: S/f. Clarín, Caracas, 1963.
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domingo, 6 de septiembre de 2015
domingo, 2 de diciembre de 2012
PRUDENCIA
¿Heroica deserción y cobarde lealtad?
Luis Barragán
Consternados, nos enteramos de algunas deserciones directas en las filas de la oposición. Abiertas y francas, en un heroico desafío a los compañeros de ruta de muchos años, quizá bajo la promesa de adscribirlos, encuentra la adecuada versión del régimen: cobardes los que se quedan, aún cuando jamás fueron beneficiarios de la cuarta república y sus excedentes.
Las decisiones individualmente adoptadas, procuran toda suerte de justificación, incluso, en el reconocimiento arrepentido o sobrevenido de la jefatura celestial de Chávez Frías. Empero, más frecuente, invocan las contradicciones jamás planteadas, o tímidamente formuladas, en el seno de la oposición.
Muchísimas veces, hemos sentido las diferencias, experimentado las contrariedades y lamentado las incomprensiones que surgen naturalmente en el liderazgo alternativo, pero también la necesidad de evitar un sismo artificial, una implosión interesada y, en definitiva, la ruptura de un acuerdo político básico e indispensable a los altos intereses del país. Por supuesto, al lado del reconocimiento de los triunfos y certezas, no debemos callar los fracasos y falsedades, aunque nos obliga un mínimo sentido de responsabilidad.
Sentido que se impone para intentar corregir los yerros de una oposición diversa y compleja que cuenta con sendas repúblicas autónomas, caprichosas y pendencieras, pero que nunca autorizan a prestar un servicio al régimen como aspira constantemente. Pocos días atrás, eso pasa, un connotado dirigente sindical zuliano se quejó con justicia que fuese prácticamente execrado de un acto de apoyo a Pablo Pérez, pero – que sepamos – no significó apostar por el triunfo de Arias Cárdenas, retratarse teñido de rojo: al contrario, ratificó su apoyo que es, en última instancia al ideario democrático, lo que fuerza al actual gobernador y sus más cercanos seguidores, a una reflexión y a una enmienda profundas.
No deseamos particularizar en torno al elenco de deslealtad que ahora atestiguamos, pero – por muchos que sean los problemas que hacen la procesión – la prudencia es mejor consejera. En lo particular, tenemos observaciones, críticas y disidencias que esgrimir en torno al partido en el que militamos y a la propia Mesa de la Unidad Democrática y, pacientes en la común tarea de ganarlas, esperaremos el momento más acuerdo luego de las elecciones regionales para actualizar sueños y propósitos: algo muy distinto a armar una alharaca que única y lógicamente encuentra cabida en los medios gubernamentales que la explotan hasta la saciedad, levantando sonoras y legítimas sospechas.
Y así como podemos hacer un llamado a la responsabilidad de los principales dirigentes de la oposición, igualmente debemos hacerlo respecto a los indicios de una descomposición moral urgida de atajar. Aceptamos y comprendemos que algunas individualidades regresen a los predios del oficialismo del que una vez fueron protagonistas, pero tal arrepentimiento es demasiado diferente respecto a quienes se formaron y combatieron siempre en las trincheras democráticas y – ahora – dicen descubrir a Chávez Frías y sus procónsules, como si hubiesen caminado hacia Damasco.
Ilustración: Pol Bury.
Luis Barragán
Consternados, nos enteramos de algunas deserciones directas en las filas de la oposición. Abiertas y francas, en un heroico desafío a los compañeros de ruta de muchos años, quizá bajo la promesa de adscribirlos, encuentra la adecuada versión del régimen: cobardes los que se quedan, aún cuando jamás fueron beneficiarios de la cuarta república y sus excedentes.
Las decisiones individualmente adoptadas, procuran toda suerte de justificación, incluso, en el reconocimiento arrepentido o sobrevenido de la jefatura celestial de Chávez Frías. Empero, más frecuente, invocan las contradicciones jamás planteadas, o tímidamente formuladas, en el seno de la oposición.
Muchísimas veces, hemos sentido las diferencias, experimentado las contrariedades y lamentado las incomprensiones que surgen naturalmente en el liderazgo alternativo, pero también la necesidad de evitar un sismo artificial, una implosión interesada y, en definitiva, la ruptura de un acuerdo político básico e indispensable a los altos intereses del país. Por supuesto, al lado del reconocimiento de los triunfos y certezas, no debemos callar los fracasos y falsedades, aunque nos obliga un mínimo sentido de responsabilidad.
Sentido que se impone para intentar corregir los yerros de una oposición diversa y compleja que cuenta con sendas repúblicas autónomas, caprichosas y pendencieras, pero que nunca autorizan a prestar un servicio al régimen como aspira constantemente. Pocos días atrás, eso pasa, un connotado dirigente sindical zuliano se quejó con justicia que fuese prácticamente execrado de un acto de apoyo a Pablo Pérez, pero – que sepamos – no significó apostar por el triunfo de Arias Cárdenas, retratarse teñido de rojo: al contrario, ratificó su apoyo que es, en última instancia al ideario democrático, lo que fuerza al actual gobernador y sus más cercanos seguidores, a una reflexión y a una enmienda profundas.
No deseamos particularizar en torno al elenco de deslealtad que ahora atestiguamos, pero – por muchos que sean los problemas que hacen la procesión – la prudencia es mejor consejera. En lo particular, tenemos observaciones, críticas y disidencias que esgrimir en torno al partido en el que militamos y a la propia Mesa de la Unidad Democrática y, pacientes en la común tarea de ganarlas, esperaremos el momento más acuerdo luego de las elecciones regionales para actualizar sueños y propósitos: algo muy distinto a armar una alharaca que única y lógicamente encuentra cabida en los medios gubernamentales que la explotan hasta la saciedad, levantando sonoras y legítimas sospechas.
Y así como podemos hacer un llamado a la responsabilidad de los principales dirigentes de la oposición, igualmente debemos hacerlo respecto a los indicios de una descomposición moral urgida de atajar. Aceptamos y comprendemos que algunas individualidades regresen a los predios del oficialismo del que una vez fueron protagonistas, pero tal arrepentimiento es demasiado diferente respecto a quienes se formaron y combatieron siempre en las trincheras democráticas y – ahora – dicen descubrir a Chávez Frías y sus procónsules, como si hubiesen caminado hacia Damasco.
Ilustración: Pol Bury.
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