sábado, 23 de mayo de 2020

LA BATUTA HISTÓRICA

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La música en Venezuela
Felipe Izcaray (*)

La posición geográfica de Venezuela ha servido de plataforma para el desarrollo de una música especialmente rica en contrastes y en combinaciones de elementos rítmicos, melódicos y armónicos. La extensa costa caribeña de Venezuela la hace receptora de la influencia cultural europea y africana. Por otra parte, los Andes de Venezuela la convierten en parte de la columna vertebral de todo el continente; mientras que las fronteras entre Colombia y Venezuela se disipan en los llanos, y la selva amazónica hermana a Venezuela con Brasil y las Guayanas vecinas. Es por eso que Venezuela presenta una gran variedad de matices musicales a través de su geografía. Si bien los ancestros musicales indígenas, europeos y africanos están identificados en distintos géneros musicales, a veces ciertas piezas poseen características tan entrelazadas que es imposible identificar un origen específico. Un calipso guayanés tiene marcada influencia de las islas caribeñas de habla inglesa, y la cadencia andaluza del polo margariteño o coriano se identifica plenamente con su origen peninsular, pero ciertos movimientos del tamunangue larense presentan una intricada combinación de elementos africanos y europeos. El joropo, fiesta originaria de los llanos y de los valles del Tuy, ha prestado su nombre para identificar géneros musicales de identidad propia como el corrido, la chipola, el golpe, y el seis por derecho. En las costas centrales venezolanas y sus ciudades circunvecinas, se encuentran los ritmos inspirados por una rica percusión con identidad propia pero de evidente origen africano, tal es el caso de la fulía, el merengue, la parranda y, curiosamente, el aguinaldo navideño. Una interesante combinación se genera en el estado occidental del Zulia, donde la danza y la gaita combinan elementos europeos y africanos a base de un poderoso acompañamiento percusivo. La región oriental es también rica en ritmos como el galerón y el golpe y estribillo. En el plano más poético, Venezuela toda es prolífica en canciones, serenatas, valses y bambucos en los que el texto enriquece el pausado ritmo. La región andina ha sido especialmente privilegiada por esta atractiva combinación de texto y poesía.

La música académica venezolana tuvo un desarrollo paralelo a la música popular desde la colonia hasta mediados del siglo XIX, cuando el vals europeo y el vals popular experimentaron una feliz unión a manos de compositores de música para piano como Ramón Delgado Palacios, Federico Vollmer, Manuel Guadalajara y Salvador N. Llamozas.

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A partir del desarrollo del vals, la identificación del compositor venezolano con los ritmos y melodías de su pueblo se hace más intensa que en otros países latinoamericanos. La generación inicial de músicos como José Antonio Calcaño, Juan Vicente Lecuna, Juan Bautista Plaza, Moisés Moleiro y Vicente Emilio Sojo, que en el siglo XX enriqueció esta unión del elemento popular con el académico, dio paso a la Escuela de Santa Capilla (llamada así por el nombre de la esquina donde está situada la Escuela Superior de Música), conformada por alumnos de la cátedra de composición del maestro Sojo. Vicente Emilio Sojo, eminente prócer civil venezolano, no solamente organizó los estudios formales de composición, además de fundar el Orfeón Lamas y la Orquesta Sinfónica Venezuela, sino que enriqueció el repertorio nacional con cientos de arreglos de melodías venezolanas que estaban en peligro de caer en el olvido. Estos compositores escribían y participaban activamente como miembros de la Orquesta Sinfónica y del Orfeón Lamas, orientados y estimulados por su fundador para ejecutar sus obras. De esta experiencia de corte eminentemente nacionalista, surgen obras de arraigo venezolano con calidad internacional. Como ejemplo del nacionalismo musical venezolano del siglo XX, podemos destacar algunas obras de Vicente Emilio Sojo: Obertura Festiva, Bordoneo, Solo de Marimba Endecha y Quirpa para guitarra. De Juan Bautista Plaza: Fuga Criolla, El Picacho Abrupto, El Curruchá, Vigilia, Pico-Pico y Campanas de Pascua. De Evencio Castellanos: Suite Avileña, Santa Cruz de Pacairigua, de Antonio Estévez: Cantata Criolla, Mediodía en el Llano, Mata del Ánima Sola, Concierto para Orquesta y 17 piezas infantiles para piano, de Inocente Carreño: Margariteña, La Ciudad de los Techos Rojos, Suites para orquesta, Gota de breve rocío, Obertura Galleguiana y Poema a Carabobo; de Antonio Lauro: Natalia, Yacambú y valses diversos para guitarra, Giros Negroides, Concierto para Guitarra y Misterio de Navidad, de Gonzalo Castellanos: Suite Caraqueña, Imitación y Antelación Fugaz y de Modesta Bor: Son Venezolano, Obertura Sinfónica, Genocidio, Manchas Sonoras, Acuarelas y Concierto para Piano y Orquesta.

Luego de Vicente Emilio Sojo, la OSV ha tenido varios directores titulares, como Antonio Estévez, Ángel Sauce, Gonzalo Castellanos Yumar, Georg Schmoehe, Eduardo Marturet y Theodore Kuchar.

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A partir de la década del 70 se crearon nuevas orquestas venezolanas y se consolidaron otras ya existentes, como la Orquesta Filarmónica de Caracas dirigida por Aldemaro Romero y los asociados Carlos Piantini y Eduardo Marturet, y la orquesta Municipal de Caracas, que ha tenido como Maestros titulares a Carlos Riazuelo, Alfredo Rugeles y Rodolfo Saglimbeni. La Orquesta Filarmónica Nacional ha actuado bajo la conducción de Pablo Castellanos y Luis Miguel Gonzalez.

En Maracaibo se elevó la calidad artística de su sinfónica bajo la conducción de Eduardo Rahn.

Han surgido en nuestro país diversas agrupaciones de cámara, por lo general asociadas a instituciones patrocinantes, como el Trio de Cámara del INCIBA, las orquestas de Cámara de universidades, y ensembles independientes como el Cuarteto Galzio, el Collegium Musicum de Caracas dirigido por Gonzalo Castellanos Yumar , y la singular agrupación Solistas de Venezuela, fundada y dirigida por Luis Morales Bance, con una trayectoria de difusión de composiciones venezolanas en pueblos del interior del país.

La música coral experimentó un marcado crecimiento a partir de la fundación en 1943, del Orfeón de la Universidad Central de Venezuela. Otras instituciones educativas siguieron el ejemplo de la UCV y formaron coros estudiantiles. Más tarde comenzaron a desarrollarse agrupaciones corales en organismos oficiales y empresas privadas, especialmente en las instituciones bancarias. Para la década de los años 70 se funda el Movimiento Coral “Cantemos” y la Fundación Schola Cantorum de Caracas, que hoy en día agrupan a cientos de coros adultos e infantiles. Dada la importancia de movimiento coral venezolano, en abril de 2000 se escoge a Caracas para celebrar el festival América Cantat III, con la participación de agrupaciones nacionales y corales provenientes de todas partes del mundo. Es significativo el número de coros venezolanos que han obtenido importantes premios de excelencia artística en prestigiosos concursos de música coral de Europa y Asia.

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El perfil de la ejecución musical en Venezuela cambia definitivamente en 1975, a raíz de un movimiento orquestal sin precedentes en la historia musical del país. Un discípulo de Vicente Emilio Sojo, el Maestro José Antonio Abreu, quien para ese entonces ejercía también las profesiones de economista y parlamentario, funda en Caracas la Orquesta Nacional Juvenil “Juan José Landaeta”, organización que posteriormente pasaría a convertirse en Fundación de Estado en 1978, y que se multiplicaría en diferentes núcleos orquestales juveniles diseminados por toda la geografía nacional. Estas orquestas juveniles e infantiles convirtieron a la música sinfónica en un Programa Social del estado venezolano, ya que hoy en día es posible que niños y jóvenes de todos los estratos sociales, tengan acceso a una formación musical integral a partir de la ejecución de un instrumento. La masificación de la enseñanza musical a través de estas agrupaciones artísticas, ha originado un público cada vez más numeroso en los sectores populares y en la provincia, permitiéndole la familiarización con la música de los grandes maestros venezolanos y universales, convirtiéndolos a su vez en elementos críticos importantes en cada una de sus comunidades.

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Otra consecuencia de este movimiento de orquestas juveniles e infantiles, ha sido la creación de orquestas sinfónicas profesionales y semi-profesionales en diversas ciudades de Venezuela. Justamente, estas orquestas regionales se nutren principalmente de jóvenes músicos que han escogido la música como profesión y que han egresado de las orquestas juveniles. Las orquestas regionales, muchas de las cuales han alcanzado niveles artísticos de excelencia, reciben su principal aporte económico del estado venezolano a través del Consejo Nacional de la Cultura -CONAC- apoyados en algunas casos por sus respectivas gobernaciones.

A la par del desarrollo de la música “clásica”, la música popular del país presenta también variados matices importantes que la han colocado en un sitial de preferencia, tanto local como internacionalmente. Junto a los mencionados géneros autóctonos, las expresiones musicales del continente como el bolero, salsa, balada, rock, jazz latino y otros géneros urbanos, tienen igualmente calificados compositores e intérpretes en la escena musical venezolana.

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(*) Este artículo fue solicitado por el CONAC para publicarlo en un boletín que sería enviado a las embajadas venezolanas en el exterior. (10-09-06). Revisado el 21 de Mayo de 2020

Fuente:
https://www.facebook.com/fizcaray/posts/10158532494465742?comment_id=10158537424450742&notif_id=1590105058672000&notif_t=feed_comment_reply

Fotografías: Colección Felipe Izcaray
1: Estreno de la 9a sinfonía de Beethoven en Venezuela, 1950. Dirige Thomas Mayer.
2: Vicente Emilio Sojo, Evencio Castellanos, Antonio Estévez, José Clemente Laya e Inocente Carreño.
3: Evencio Castellanos, Antonio Estévez, Ángel Sauce y Víctor Guillermo Ramos.
4: Orfeón Lamas y OSV con Sojo.
5: Alirio Diaz y Rodrigo Riera 1969
6: José Vicente Torres, Judit Jaimes, Carlos Riazuelo y Alirio Diaz

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