Siul Nagarrab
A mediados de los ’80 del ‘XX, surgió la Plaza Caracas, como alternativa de un amplísimo espacio para la ciudadanía demasiado acostumbrada al asfixiante abigarramiento de su desenvolvimiento callejero. Intereses contractuales por delante, los trabajos afectaron el diseño original del otrora magnífico complejo comercial y de oficinas del Centro Simón Bolívar, abriendo otro capítulo para la suerte de una obra que, manteniéndose en pie, después del terremoto de 1967, por cierto, predicho con el derrumbe de las dos torres, en una entrega de la revista Élite (Caracas, 1966), ahora difícilmente logra hacerlo al sintetizar el deterioro galopante de la metrópoli.
Para el lugar, fueron utilizados los más nobles materiales y tanto que, todavía, sobreviven a la fortísima tempestad de la indiferencia oficial, la que (in) voluntariamente ha propiciado la precariedad infinita de una urbe que fue siempre promesa del centralizador emporio petrolero. Ya no es sede de los más estelares despachos ministeriales, como el de de Minas e Hidrocarburos o del Trabajo de épocas ya lejanas, sino relegamiento de escasas dependencias oficiales, bajo una jefatura poco influyente, o de los tribunales resignados a ocupar los espacios competidos por los refugiados.


Dueño el Estado de las calles, por más que le paguemos alquiler por utilizarlas, con los impuestos, el paisaje será el del aparcamiento de los carros que sólo los privilegiados del poder pueden exhibir. Cualquier espacio sirve y servirá para la arquitectura del estacionamiento funcionarial, otra vertiente de la mirada hacia la ciudad.
Fotografías: SL, Plaza Caracas (Caracas, 04/04/2018).
22/04/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinionnacional/32433-nagarrab
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