Luis Barragán
Casualmente, Amuay ejemplifica las vicisitudes del autoritarismo en Venezuela, pues, a la tragedia recientemente acaecida, sumamos otra que data de 1950. Ambas ocasiones tienen por común denominador, aunque de signos contrapuestos y en el marco de distintas realidades geopolíticas, un régimen autoritario de transición.
A tal efecto, concebimos el autoritarismo producto de un marcado poder de la individualidad que, aún formalmente reconocidas, se impone frente a las restantes manifestaciones institucionales dentro o fuera del Estado, incluyendo las dependencias especializadas, los medios de comunicación social autónomos, o la sociedad civil organizada. Colegimos con Georges Burdeau y Norberto Bobbio, la tendencia es la de una superior concentración del poder que está en tránsito de hacerse definitiva, restándole valor a todo el elenco institucional a favor de quien ejerce una superior jerarquía (consagrada la desigualdad); los problemas colectivos ameritan de una suprema e irrebatible versión, cuya resolución obliga a la simplificación de los procedimientos; procurando disminuir todo costo político, la propensión es a una campaña defensiva frente a los críticos; y, valga acotar, la atención dispensada a las ceremonias más solemnes.
Hallamos, superado únicamente por el de Lagunillas, por entonces invocado, el incendio de grandes proporciones que reportó el diario El Nacional de Caracas (25 y 26/02/50), en la referinería de la Creole, ubicada en la bahía de Amuay, partiendo del almacén de un costoso e innovador edificio que, siendo insuficientes los bomberos de la empresa, forzó la participación de los de la localidad, voluntarios e integrantes de las Fuerzas Armadas de Cooperación. El saldo fue de varias personas carbornizadas, un número importantes de heridos, pérdidas calculadas en seis millones de dólares, movilizadas las mujeres en demanda de información a las puertas de la compañía.
Hubo incidentes, como el intento del jefe de Relaciones Industriales de la transnacional por impedir la labor del fotógrafo Botaro, amenazado con cárcel, así como la conformación de una suerte de comisión compuesta por representantes de la Creole, el secretario de gobierno del estado Falcón (Briceño Reyes), el del ministerio de Fomento y Relaciones Interiores (Vitelio Reyes), orientados por las actuaciones de un juez de municipio. Un grupo de trabajadores fueron conminados a declarar ante la Seguridad y la Guardia nacionales, sin que la prensa de entonces pudiera aportar las otras revelaciones de una tragedia que llamó la atención de los sectores públicos y clandestinos de la oposición.
Recordemos, después del consabido magnicidio, la Junta de Gobierno estaba encabezada por Germán Suárez Flamerich, Luis Felipe LLovera Páez (también ministro de Relaciones Interiores), y Marcos Pérez Jiménez (ministro de de la Defensa), todavía distante de la asamblea constituyente que procuró una salida a la provisionalidad, consagrando al último de los citados. Una rápida revisión de las ediciones de entonces, expone con nitidez la (auto) censura de prensa, aunque fuese obvio el reporte inevitable de los hechos que generaban gran conmoción, sigilosamente ventiladas las opiniones que pudiesen suscitar. No obstante, paradójicamente, el visitante José Rafael Pocaterra, nuestro embajador en Estados Unidos, se mostró sorprendido porque se dijese de la existencia de la censura (ibídem, 28/02/50).
El trágico accidente, no impidió el normal desarrollo de las actividades gubernamentales cada vez más estelarizadas por los altos oficiales militares, sin que se hiciese sentir una pública discusión en torno a las responsabilidades de la Creole, la dotación y eficacia de los servicios de defensa civil, la inquietud de los familiares de las víctimas u otras organizaciones del mundo civil, ausente el foro parlamentario. Transitando la aún incierta provisionalidad concebida, definida e implementada fundamentalmente por el otrora cuidadoso Pérez Jiménez, esas otras actividades adquirieron una extraordinaria relevancia, configuradas como irrebatibles actos de Estado, despachando como un mero caso burocrático las consecuencias del incendio.
Ciertamente inexacto el parecido, respondiendo a contrastantes circunstancias históricas, los novísimos y harto conocidos sucesos de Amuay, nos colocan en otra experiencia autoritaria. Y, al respecto, expropiados por el poder establecido, enunciemos las dificultades para una libre investigación de los medios de comunicación social que pueden afrontar severos riesgos al publicar sus revelaciones, asediados por los medios gubernamentales empeñados en una versión como la del sabotaje, por siempre presumido; la obstaculización y neutralización de todo esfuerzo parlamentario de indagación, en beneficio del comité establecido por el Miraflores que, a lo sumo, pudiera incorpora a las juntas comunales y contralorías sociales conformadas por la militancia del PSUV, carente de toda capacidad técnica; la notable carencia de una inmediata y acreditada vocería principal de los funcionarios bomberiles o de defensa civil, subordinados en sus distintos niveles a los lineamientos esenciales de la rápida campaña propagandística y publicitaria del gobierno nacional; suele ocurrir, la exaltación fue la del heroísmo de las víctimas a redimir por los resultados electorales, amén de las pensiones vitalicias para los familiares, resumidas las diligencias del jefe de Estado en un ceremonial militar.
Una sola versión es la que puede gozar de legitimidad, añadida la pronta descalificación personal de todo crítico capaz de empinarse por encima de su indignación, subestimado todo cauce institucional en función de una rápida respuesta que abarate el precio político que la campaña electoral supone. El Comandante-Presidente ha sentado precedentes, formalizada convenientemente la democracia participativa de la que incansablemente habla: por ejemplo, el presidencial y revelador regaño que recibió una vez el señor Néstor Mora (http://www.youtube.com/watch?v=NMMA5j4IOE8&feature=related)
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/09/dos-veces-amuay-autoritarismo-y-tragedia/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=898876
Fotografías: El Nacional, Caracas, 25 y 26/02/50.
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