lunes, 5 de marzo de 2012

IDENTIDAD


NOTITARDE, Valencia, 04 de Marzo de 2012
La Transfiguración del Señor (Mc. 9, 1-9)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flaute

En este segundo domingo de Cuaresma el evangelio de Marcos nos propone el pasaje que habla de la transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo delante de sus apóstoles Pedro, Santiago y Juan; acontecimiento que muestra su humanidad y divinidad, el misterio o teología de la cruz y el anuncio o kerigma de su resurrección.

Hoy muchas personas hablan de Cristo como hombre, admiran sus actos como humano, pero no lo reconocen como Dios ni Mesías, ni Salvador; otros se llaman cristianos y siguen detrás de otros "maestros" u otros "Mesías" y no realmente a Cristo, el Señor de la historia. Otros piensan que Jesús es un personaje del pasado, que se recuerda como quien recuerda con cariño a un héroe de la patria, otros tantos niegan su historicidad y otros lo ven como un profeta ya superado o lo ven como un semidiós que no es igual al Padre ni de su misma naturaleza. Como vemos, a lo largo de la historia se ha dicho y opinado de todo sobre Cristo, hasta el presente. Para el cristiano católico Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, el Mesías y Salvador de la humanidad, aquel por quien fue creado todo lo que existe, el verdadero y definitivo profeta prefigurado en Moisés y Elías que aparecen en la escena que hoy se nos narra; el que nació de Santa María Virgen, siendo la segunda persona de la Santísima Trinidad, adquirió la condición humana, sin perder ni disminuir en su condición divina; que vivió como cualquier ser humano, menos en el pecado, que murió en la cruz para redimir al hombre de la muerte y el pecado y al tercer día resucitó; es decir, volvió a la vida con su cuerpo transfigurado, renovado y le mostró al hombre la altura de su vocación, la dignidad a la que está llamado, el nivel de su evolución que es la vida eterna, la vida sin fin.

El acontecimiento de la transfiguración de Jesús que hoy nos ocupa pertenece a esa realidad histórica de la vida del Señor, que si bien los evangelios no fueron escritos como una cronología ni como una biografía de la vida de Cristo, sino como expresión de la fe pospascual; es decir, a la luz del acontecimiento de la Resurrección que reafirmó la fe de los apóstoles y de la primera comunidad cristiana y se escribieron para que otros siguieran, como de hecho sucede hoy, a Jesús que está vivo, no como un recuerdo, sino vivo realmente y guía y conduce a su Iglesia hasta que todo sea entregado al Padre, al final de los tiempos.

La transfiguración sirvió para mostrar a los apóstoles la gloria a la que el ser humano está llamado e invitado; ellos fueron capaces de ver la humanidad y divinidad unidas perfectamente en Jesús; el misterio de ese Jesús hombre que al mismo tiempo es Dios en medio de los hombres y que necesariamente tenía que pasar por la muerte en cruz para redimir y salvar a los hombres de la muerte eterna y así abrirles de nuevo la posibilidad de alcanzar la Gloria eterna; porque el hombre que había sido creado a imagen y semejanza de Dios, en libertad, había optado por el pecado, había vuelto la espalda a Dios; el pecado original que todos ratificamos hoy con nuestras actuaciones negativas y que por eso era necesario que Cristo, el Hijo de Dios eterno, por medio del cual fueron creados el hombre y todas las cosas viniera a restaurar, recrear, renovar, transfigurar la imagen del hombre perdida por el pecado. Su transfiguración no sólo revela su condición divina-humana, sino que al mismo tiempo muestra al hombre, como se lo mostró a aquellos apóstoles, a lo que está llamado, a vivir en Dios y para Dios, a alcanzar la Gloria, la vida eterna, porque Dios nos creó para la vida, no para la muerte, y a pesar de que el hombre en su libertad optó por el mal, Dios en su infinito amor por el ser humano, en su "locura de amor" por el hombre, decidió enviar a su Hijo al mundo para que muriendo en la cruz nos devolviera nuestra dignidad perdida por el pecado y pudiéramos alcanzar vida sin fin junto a Dios y en Dios, para lo cual fuimos creados.

En este tiempo de Cuaresma, camino a la Pascua, siguiendo los pasos del Señor que baja del monte de la transfiguración para ir a Jerusalén donde debe morir por la humanidad; así el cristiano, sabiendo que es llamado a la felicidad sin fin, necesita morir al mal, a lo que es contrario a Dios, a lo que lo hace estar muerto eternamente y disponerse a renacer a nueva vida con Cristo, por Él y en Él.

IDA Y RETORNO: Siguiendo en la línea del domingo pasado, sabiendo que hay cristianos católicos, cristianos ortodoxos y cristianos evangélicos, es un error decir simplemente esta persona es cristiana refiriéndose a que es evangélico, como si los únicos cristianos fueron los protestantes, como ellos prefieren llamarse; error que sobre todo se comete en el mundo del periodismo escrito, audiovisual o radial. La Iglesia Católica o el catolicismo es cristianismo y cristianismo puro y por eso somos cristianos universales o católicos y anhelamos la unidad de los cristianos en la Única Iglesia fundada por Cristo.


Ilustración: René Magritte

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