Luis Barragán
Sobran las evidencias sobre el gigantesco descontento popular que lleva a anegar las calles con una sólida protesta, a pesar de las cobardes medidas que impone el gobierno. Lejos de rectificar, éste constantemente desafía a la población hambrienta con medidas represivas cada vez más graves que afectan a propios y a extraños, por suerte de una incontenible dinámica autoritaria que lo devora.
Siguiendo la tradición, Nicolás Maduro inmediatamente replica cualquier llamado de la oposición para una movilización pacífica y democrática. No le basta con maldecirla y procurar policial y militarmente de sofocarla, sino que intenta una acción semejante con la temeridad propia de los aventureros que, incluso, corren el riesgo de sentarse sobre las bayonetas, contrariando el consejo de Talleyrand.
Los actos gubernamentales apenan, a pesar del descarado empleo de todos los recursos del Estado, incluyendo a los más modestos y atemorizados funcionarios. Prohibiendo a los opositores el uso de los drones o de cualquier artefacto que facilite el contraste, la maquinaria propagandística oficial inventa hasta a más no poder pretendiendo ridiculizar al resto de la humanidad, ridiculizándose. Sin embargo, la mentira pretende sembrarse en los mismos predios escolares.

Metiéndose con los coroticos del pesebre, el régimen busca envenenar espiritualmente a nuestros escolares, intoxicándolos con mentiras que encuentran la complicidad inocente o culpable de quienes optan por un servilismo tampoco rentable, pues, sufren como el que más las consecuencias de esta crisis humanitaria. Por cierto, son los mismos muchachos que dejan de asistir a clases por hambre, sabiendo sus padres y representantes que ni para los útiles tendrán en el bolsillo sin fondo de sus angustias.
Breve nota LB: El problema no es que siquiera que haya o no mérito artístico. El asunto estriba que, convertida en una costumbre, los medios y el país son indiferentes ante estas manifestaciones de torcidas intenciones. Una de dos: contrastando con las realidades vividas en casa, los muchachos son indiferentes ante estas exposiciones. O, respondiendo al subconsciente, se convierten en recios defensores del sistema. Por lo pronto, nos preguntamos sobre la suerte de las carteleras escolares, la del salón. ¿Tendrán semejante orientación?
12/09/2016:
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