viernes, 8 de abril de 2011

EL (DE) CURSO DE LAS IDEAS


EL NACIONAL - Lunes 04 de Abril de 2011 Opinión/9
Libros: Siegfried Kracauer
NELSON RIVERA

Un ejemplo del tipo de problema que ocupaba a Kracauer en sus años alemanes: qué ocurre con las ideas cuando ellas pasan de la persona al grupo. Qué clase de individualidad se conforma cuando un individuo, ya incorporado a un colectivo, adquiere la funcionalidad de "puro instrumento de la idea", cuando el yo se debilita en una especie de criatura dependiente, en un yo parcial.

Otro ejemplo: la dificultad, desde las convenciones de las distintas ciencias humanas y sociales, para leer la obra de Simmel.

En el 2008 fue publicada una parte de sus luminosos ensayos agrupados bajo el nombre de La fotografía y otros ensayos. El ornamento de la masa 1 (Editorial Gedisa). Un año más tarde fue puesto a disposición de los lectores, Construcciones y perspectivas. El ornamento de la masa 2 (Editorial Gedisa, España, 2009). Ambas colecciones no se contradicen: son extensiones de una época, de una relación crítica con la realidad, de un desempeño para un periódico: son los textos que por más de doce años (de 1921 a 1933) publicó en el ya mítico Frankfurter Zeitung.

Siegfried Kracauer (1889) nació en Berlín, miembro de una familia de judíos pobres. En 1917 obtiene el grado de arquitecto. Desde 1915 hasta 1918 se desempeña como tal. Pero allí no está exactamente su interés. Lee a Nietzche, a Kant y a los grandes narradores de su tiempo: Mann, Kafka. Es un sofisticado caminante, un observador que deshilvana la ciudad a su paso. Los distintos seminarios conducidos por Simmel lo confrontaron a los debates sobre el método del científico social.

Los mejores de sus ensayos son los del sujeto que camina, escucha, mira y siente lo que ocurre a su alrededor. Kracauer piensa sin despegar la mirada de cuanto lo rodea. Que, según Adorno, haya sido el primer crítico de cine de Alemania (el primero en incorporar criterios sociales, políticos y estéticos al análisis de los filmes) es una consecuencia de su apego a la época y a sus hechos.

De Kracauer destaca su afilado sentido de la visión. El hombre de mentalidad radical, que no ofrecía resistencias para aceptar la aspereza y el peso de las cosas, tenía el don de ver más allá.

Sus textos son lecturas donde se abren nuevos campos a la visión.

En uno de ellos, dedicado a su amigo Walter Banjamin, elogia su deseo de despertar al mundo de sus sueños complacientes. Esa capacidad de anticiparse lo llevó a formular las más contundentes advertencias de la amenaza que representaba Hitler. Al día siguiente del incendio del Reichstag (27 de febrero de 1933), junto con su esposa salió de Alemania, rumbo a París, donde vivió hasta 1941. Ese año se mudó a Nueva York, donde vivió hasta su muerte. Nunca regresó a la Alemania manchada por el genocidio.

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