Stephen Bayley


La piscina olímpica sin visibilidad de Londres, por Zaha Hadid Cuanto más ilustre el nombre, mayor la ofensa. La piscina de Zaha Hadid (Bagdad, Irak 1950- Miami, EE UU, 2016) para los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, sencillamente, no podía construirse tal como estaba diseñada: la cubierta con forma redondeada bloqueaba las vistas de las últimas filas sobre el trampolín; además, los asientos de los espectadores estaban mal diseñados. Los contratistas estaban desesperados. Una de las últimas obras de Hadid (falleció en 2016) fue el estadio de Qatar para el Mundial de Fútbol de 2022. Muchos observaron que, a vista de pájaro, el estadio parecía una vagina abierta. Y Hadid respondió: “Si crees que cualquier cosa con un agujero es una vagina, es tu problema” (Cordon).
Londres: el 'walkie-talkie' asesino de coches, de Rafael Viñoly Hace poco, en Londres, se sufrió un choque térmico de proveniencia arquitectónica en la Torre Fenchurch 20 o el “walkie-talkie” –como se le conoce popularmente–, del arquitecto Rafael Viñoly (Montevideo, Uruguay, 1944). La banalidad conceptual de este edificio salta a la vista por su parecido a un transmisor-receptor. Pero los defectos eran funcionales además de artísticos: su curvatura actuaba como espejo cóncavo que concentraba la inusual luz solar londinense en un feroz rayo que derritió, literalmente, el Jaguar de un ejecutivo. Hubo que instalar carísimos deflectores, añadiendo el despilfarro a los cargos estéticos contra Viñoly (Cordon).
Le Corbusier: de su plan para demoler el centro de París a las casas para trabajadores que estos no aceptaron. Los errores arquitectónicos de Le Corbusier (Suiza, 1887- Francia, 1965) eran de una naturaleza especial. Algunos se construyeron, otros no. En su Plan Voisin de 1925 pedía nada menos que la demolición total del centro urbano de París para reemplazar sus bellos bulevares por autopistas urbanas y bloques de pisos. Nunca llegó a realizarse. Las que sí se construyeron fueron las viviendas que proyectó Le Corbusier para los trabajadores de los viñedos de Pessac, en Burdeos (en la foto). Los empleados renegaron de su estilo limpio, níveo y racionalista y, en cuanto se dio media vuelta Le Corbusier, adornaron sus blancos y austeros edificios cúbicos con tejas de barro, contraventanas, ruedas de carro y lámparas de farol. Un momento antes de morir en 1965, un escarmentado Le Corbusier dijo: “La vida tiene razón y el arquitecto se equivoca”. (Corno.fulgur75 / Visualhunt.com).

Problemas con la limpieza en el Centro Pompidou (París), de Richard Rogers El arquitecto británico Richard Rogers (nacido en 1933) bebió mucho de Le Corbusier. Su Centro Pompidou de París, construido entre 1970 y 1977, fue la materialización de la visión mecánica que Le Corbusier tenía de los edificios. La fijación de Rogers era colocar la climatización y la instalación electromecánica en el exterior del edificio, de modo que los intestinos colgaran por fuera del esqueleto. Pero el espacio ganado en el interior no servía, como estaba previsto, para exposiciones y fue necesario crear nuevas divisiones. Lejos de ser funcional, el edificio de Rogers acarreó al cliente problemas de limpieza y mantenimiento de inusitada dificultad –el hecho de que las instalaciones del edificio vayan en el exterior, y casi sin cubrir, es el principal atractivo y el máximo problema, pese a que están identificadas cada una con un color (rojo para ascensores y escaleras, azul para climatización, verde para el agua, la electricidad está en amarillo y las extracciones de aire en blanco), su mantenimiento en altura era muy complicado y siempre surgían problemas. Cuando hubo que realizar reformas de calado, no le volvieron a invitar: llamaron a otros arquitectos.
Fuente:
https://elpais.com/elpais/2018/04/10/album/1523365795_287816.html#foto_gal_7
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