Luis Barragán
Desde hace varios meses, la prensa europea abunda en consideraciones alrededor de un término acuñado por el Diccionario Oxford: la llamada post-verdad pretende explicar fenómenos como el Brexit, cuyas simplificaciones sacudirán por un muy buen tiempo los bytes. Al parecer, el neologismo estelar tiene por origen la desatención y negación del cambio climático, a pesar de las evidencias científicas.
Por más que las realidades sigan un curso insobornable, la tendencia prevaleciente es la del auto-engaño que las suplanta o dice suplantarlas, agravándolas. E, irremediable, la verdad misma, tozuda e irremplazable, se convierte en una tarea inmensa de reivindicación a contrapelo no sólo de los intereses políticos, sino de los propios medios que obtienen grandes dividendos al contrariarla, versionarla y dosificarla.
Caso muy cercano, a finales del año recién concluido, la canciller venezolana resolvió con un Tweed el demasiado efímero y tormentoso tránsito por la presidencia pro tempore de Mercosur que, circunscrito al anuncio, jamás se materializó. Sin embargo, empleada ventajista o ventajosamente la herramienta, evitando la incomodidad del más ligero cuestionamiento personal, dijo olvidar las razones de fondo que condujeron a la suspensión de Venezuela, escenificando una vergonzosa comedia en la sede de la organización, y condensando la gestión en la resaltada “dimensión social y de DDHH del bloque”.

La mejor garantía que tienen las realidades para el reconocimiento y la nombradía que reclaman, está en el libérrimo debate que emprenda las mejores perspectivas que nos acerquen a la verdad. En el caso venezolano, principia con la urgente realización del Estado Constitucional, evitando repetir experiencias como las que aún – enfermizamente – no concluyen, dinamitando el propio lenguaje.
Fuente:
02/01/2017:
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/28598-luis-barragan
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