
Luis Barragán
De creativa y corajuda fue justamente calificada la actividad en las redes, pues, se trataba de denunciar en las puertas del propio Palacio de Miraflores al régimen, exigiendo que Nicolás Maduro se marche. Y es que, con pasmosa serenidad, arribaron al lugar los dirigentes y parlamentarios para escenificar la protesta, la necesaria protesta en la Venezuela económica y socialmente dislocada.
La sede se ha convertido en uno de los más poderosos tabúes del gobierno, el mismo en casi veinte años, ahora roto por la valerosa oposición democrática. En otras latitudes, a veces con dificultades que confirman la regla, transitar y manifestar ante un despacho semejante, forma parte de la vida rutinaria. Sin embargo, desde los tiempos del consabido antecesor, reafirmado patológicamente por su sucesor, entre nosotros el sitio adquiere una sacralidad absurda que, por cierto, hacia 1992, disparando a mansalva, no tuvieron reparo alguno en mancillar.
Hoy, incluso, emplean sendos escudos humanos para la defensa imaginaria de un sanguinario ataque, por siempre presumido, aunque se trate de dejar una simple correspondencia, entreteniendo también a los más jóvenes en campamentos que garantizan algún plato de comida, anticipándoles un relato prefabricado del heroísmo que hace de toda gracia una morisqueta. Quizá un buen campo de estudio para la psicología social, el histórico inmueble suscita y revela grandes traumas para y de sus ocupantes y, necesario es reconocerlo, para y de algunos sectores de la oposición que le hacen el juego a los terribles especialistas oficiales en la materia: acaso, el país heredó esa particular visión, regocijo y angustia que tuvo Chávez Frías, quien – al parecer – pasó por la Casa Militar, imprimiéndole una perspectiva distinta a la que tuvo, por ejemplo, Pérez Jiménez, un celador que hizo construir y avecinar el Palacio Blanco de Luis Malaussena, demolido el modesto edificio que albergó al ministerio de Guerra y Marina.

Por una circunstancia involuntaria, llegamos tarde a la cita que muy probablemente tendrá una importante significación histórica a la hora de concluir los postreros capítulos del régimen. Alguien dirá de las “bolas (u ovarios) de torero (a)” que se tuvo en un país devastado por los saqueos, bajo la mirada complaciente de un régimen que apuesta por la anarquía.
20/12/2016:
21/12/2016:
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