
En otro sentido, al alcalde Jorge Rodríguez le parece una pendejada la gracia: el quiste de cemento que construyó en el Palacio Municipal, faltando a toda normativa patrimonial. Como tuvimos ocasión de expresarle a Emily Avendaño en días recientes, remitida por Hannia Gómez, al preparar un reportaje para El Nacional de Caracas, suponemos en el burgomaestre la febrilidad de un inevitable temperamento pequeño-burgués que apuesta por la caprichosa remodelación de oficinas, por mucha que sea la prosapia histórica del inmueble. Claro, un confort a cuenta del Estado, por cierto, neopatrimonialista.
Si es de comparar la cuestión con las peores dictaduras venezolanas, por lo menos, la de Pérez Jiménez - nadie duda de sus opresiones - cuidó mucho el diferendo con Gran Bretaña y si bien reemplazó anitiguas edificaciones de notable significación histórica, por lo menos lo hizo en el marco de una reforma urbana. Ahora, al gobierno le es secundario todo diferendo y opta por los refrigerados salones que no, depósito para ANTV, como se rumoró. Quién sabe si un pretexto, en el país de la desinformación.
En todo caso, se deja constancia de las diligencias hechas.
LB
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