jueves, 2 de abril de 2015

DESARCHIVO: PRESOS POLÍTICOS, RELIGIONES SIN PIEDAD, UNA HERRAMIENTA PARLAMENTARIA

Creemos conservar - apenas - dos de los textos publicados en El Periódico Popular, hacia 1987. Una primera entrega, estuvo relacionada con la situación de los indígenas en el país. Una segunda, harto significativa, la dedicamos a  otra situación: la de los presos políticos. Como se verá, la prédica no es nueva. Esto, con independencia de cualesquiera posturas ideológicas.  E, inevitable, consterna que buena parte de quienes sufrieron ayer la persecución, por la que también nos pronunciamos, ahora sean los carceleros que se afincan principalmente en la juventud. Ahí está La Tumba, ofreciendo un testimonio tenebroso. Ahí están las cárceles para delincuentes comunes, con venezolanos cuyo único y pretendido delito sea el de disentir políticamente. Por lo que vemos, este socialismo que llaman vanidosos del siglo XXI, no tiene ninguna autoridad moral. Constituye una verguenza.

La otra referencia fue una larga declaración que apildoró El Nacional y otros medios, sobre la banalidad que también reinaba en los sectores de oposición. Por una parte, día jueves, sale la nota y hubo quienes, propios y extraños, se irritaron. ¿Cómo era posible semejante postura?
Creímos que se iba a armar la de "san-quintín", en la venidera reunión de la dirección nacional del partido, donde éramos minoría cada vez más relativa. El domingo, salió en el citado periódico un texto de Coll que, posiblemente, neutralizó las críticas. Nadie hizo mención de la declaración que parecía saludada por el articulista, en la reunión de la dirección del lunes, excepto - y es necesario reconocerlo - Eduardo Fernández, quien la presidía y, al finalizar la sesión, halagó que un autor de prestigio se ocupara de un dirigente socialcristiano. Por cierto, la fotografía del suscrito, todavía sin saber el nombre del fotógrafo del periódico, es la que empleamos para nuestros textos destinados a Noticiero Digital desde sus inicios. Y se ha quedado, originalmente publicada en 2005.

Contribuimos con la creación y desarrollo de la Sala de Cibermedios, a mediados de los noventa. Fue una constante preocupación la relación de la política y la red de redes. Por ello, sin pretendernos expertos, no ha sido extraña la materia cuando de proyectos legales se trata en la actual legislatura a punto de culminar, si el gobierno decide realizar las elecciones en el presente año. Por supuesto, el que mucho abarca, poco aprieta. Son varios los proyectos y los textos sancionados, originados en la Comisión Permanente de Ciencia y Tecnología de los que nos enteramos solamente al llegar a la sesión plenaria, ocupados por completo en la Comisión de Cultura e, inconsultamente tranferidos, en la de Administración y Servicios, donde cursa un proyecto sobre el comercio electrónico que hemos atendido.

El Nacional - Domingo 08 de Enero de 2006 A/6
Esas religiones sin piedad
Armando Coll

Animan estas líneas a continuar (o subrayar, que no es lo mismo que suscribir) el argumento que en días pasados ensayara el subsecretario general de Copei, Luis Barragán, ante ese muro de los lamentos que parece ser el futuro político de la oposición democrática en Venezuela. Trataba Barragán de la necesidad de los partidos que han quedado excluidos del juego político de hacerse de “una sólida perspectiva ideológica”. Apuntaba el dirigente la impertinencia de insistir con “señalamientos banales y pendencieros” como forma de oponerse a un gobierno inconmovible ante la crítica pertinaz, incuestionable como está con tanto poderío.

No le falta razón al prominente copeyano si, como muy visto está, no hay insuficiencia gubernamental (o mala gestión) que no sea rápidamente subsanada por el excesivo carisma del mandamás; la última instancia, ese Presidente salvador que nunca se entera de lo mal que lo hacen sus funcionarios, de lo mal que van las cosas muy a su pesar, tan ocupado como anda en repartir la revolución por todo el continente, tal como asienta la creencia popular.

En un país en que ese intangible, “el carisma”, es la mayor entre las virtudes que a un político puedan adornar, donde ese intangible se eleva sobre las necesidades más urgentes de las masas (recuérdese el estribillo aquel: “Con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo” ), pues la realidad tangible queda neutralizada como una gran banalidad. ¿Cómo contrastar las cifras de damnificados por las lluvias con ese atributo inmensurable que es el carisma del líder?
“Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad”, es la segunda acepción que le otorga el Diccionario de la Real Academia Española al, en apariencia inexplicable, carisma.

Y da la impresión de que es así. Haberlo sabido antes, que bastaba con ese don gratuito, esa gracia por la que ninguna deidad reclamará esfuerzo, ni mucho menos sacrificio, para que la gente se estuviera quieta y se complaciera con que todo lo que acontece a su alrededor, ese cataclismo continuado en que deviene la vida de la mayoría de los venezolanos, y tanto afecta sus miserables existencias es completamente banal. Viéndolo bien, el chavismo (como, tal vez, todo fanatismo basado en el carisma de alguien) es una suerte de gnosticismo. Recuérdese que los gnósticos, al menos en la vertiente cátara que tanto persiguieron los dominicos en la Edad Media, se resignaban a la idea de que este mundo material es el verdadero infierno y que lo bueno está en el más allá.

A estas alturas, se creerá que lo que aquí se propone es que el chavismo es una religión. Y no.

Tal vez en ese chavista ingenuo que hacía bulto en la avenida Bolívar opere la fe o algún sucedáneo; pero cabe sospechar que la nación, más que de un fervor ciego como el que animan las religiones, está a merced de una ideología, ramplona, inconsistente, oportunista y todo lo que se quiera, pero ideología al fin.

“Esas religiones sin piedad” las llamó a las ideologías el novelista Roberto Bolaño, poco antes de su muerte temprana. La explicación que los voceros del poder dan a las incesantes fatalidades que acosan a la ciudadanía no llegan a ser tan esotéricas como aquello de que “los caminos de Dios son impredecibles”.

Nada de eso: en el mundo de Chávez todas las desgracias tienen por autor el neoliberalismo, vale decir, una ideología que se opone a la de él, que se podría definir llanamente así, como lo opuesto al neoliberalismo.

Así, el caso del Viaducto 1 de la autopista Caracas-La Guaira, desde la perspectiva ideológica del chavismo podría ser una banalidad que, en todo caso, se debe a las torrenciales lluvias incitadas por el desorden climatológico que ha dejado tras de sí el imperio del neoliberalismo.

Ante los desmanes del neoliberalismo hay cosas que ya no se pueden hacer, según tal perspectiva ideológica, y se deja ver entre el establishment revolucionario cierto dejo también de resignación: “Se acabaron los veinte minutos de Caracas a la Guaira”, se solaza el ministro de Interior en el mal de muchos.

Lo que no toma en cuenta la perspectiva ideológica es el padecimiento muy concreto de los venezolanos que con resignación de cátaros ya van aceptando que su país no es sino un gran desastre continuado y sin remedio.

Barragán parece lúcido al proponer mayor consistencia ideológica a los partidos democráticos, pero ante la impiedad de la ideología del poder, ante su inapelable voluntarismo, su énfasis y su violencia, ¿podrá enfrentarse al gobierno con una racionalidad que no reconoce?
Entiéndase, la racionalidad de la convivencia democrática, que admite diferencias ideológicas.

Cabe sospechar que la nación, más que de un fervor ciego como el que animan las religiones, está a merced de una ideología, ramplona, inconsistente, oportunista y todo lo que se quiera, pero ideología al fin.


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