Impresiones en madera
Labajim
“Magic in the Moonlight” de Woody Allen (2014): Indispensable, no
debemos predisponernos para verla. No
toda es una gran obra a la que debemos – resignados – asistir para descifrar,
en lugar de disfrutar. Después vendrán las reflexiones.
La primera
constatación: hay una anécdota. No siempre ocurre en el cine actual, pues se
quiere tratar de todo y resulta que la película no trata de nada. Acá hay una
historia, clara y definida. Eso es todo un mérito. Una señorita que está a punto de capturar un
marido millonario, se hace pasar por médium y el prestigioso mago, el que
convoca a toda la prensa con un chasquido de los dedos, pretende
desenmascararla cayendo en la trampa del viejo resentimiento de un condiscípulo
de la escuela precursora de Harry
Poter.
Segunda
constatación: la película no se entiende sin la música que la trenza toda,
continua y casi radialmente. Pareciera trasladarnos a la escena de un salón
familiar, alrededor del enorme aparato radial, donde alguien echa un cuento y
todos debemos imaginarlo. Esta vez, convencionalmente, lo hace Allen. Y no se
mete por los recovecos psicológicos, las disquisiciones existenciales ni
simbolización extrema que ha pretendido a Freud en cada milímetro del distraído
discurrir. Lo más lejos a lo que llega, ahora, es el conflicto entre la
racionalidad y la fe, la razón y la creencia, el mundo terrenal y el que no lo
es. Un mago que ha labrado su prestigio en los mejores teatros europeos que
parecen no sospechar de la otra guerra mundial pendiente, cita a Nietzsche y logra que la médium sepa de él a lo
Reader's Digest. Además, tiene el mago tanto control de sí que, mediando una
inoportuna e increíble siesta, con modales victorianos, no experimenta ningún
mal pensamiento cuando miran a los astros en un observatorio de pueblo: ni los
formales y el frío, pues, que cantase Mario Benedetti.
Tercera
y última constatación: excelente producción. Frivolidad aparte, nos hace pensar
aquél mundo en el que reinaba la madera para cualquier artefacto. Luego, la
movilidad de los muebles, por citar un caso, era escasa. Demasiado peso. No
como ahora, donde el aluminio y el plásticos resuelven un simple sofá que puede
desplazarse cómodamente por toda la casa. Siempre nos llamó la atención
aquellas grandes sillas que había en la Biblioteca Rojas Astudillos, en su
vieja sede de Gradillas. En una de sus obras, Salvador Garmedia nos transmite
el ambiente ocre del mobiliario de madera. E, incluso, hace poco, en la Iglesia
de San Francisco ayudamos a cargar, devolviéndolo a su lugar permanente, una
enorme pieza de San Ignacio de Loyola que supusimos más ligera, pero cargarla o
empujarla fue algo casi inaudito por la solidez de la madera que probablemente
vino desde un barco colonial.
Puede
verse, sin pretensiones. Y concluir que, a lo mejor, Allen sacó una nevera
fiada de Ingeve y necesita pagarla por los próximos meses.
Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinioncultural/21282-impresiones-de-madera
Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinioncultural/21282-impresiones-de-madera
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