Parlamento y Congreso Ciudadano
Luis Barragán
Por grande o pequeña que fuere, toda comunidad requiere de una instancia libérrima de discusión para – además – reconocerse en un destino inexorablemente compartido. El parlamento y, en propiedad, el parlamentarismo, revelan la necesidad y el dispositivo con el que cuenta el Estado, urgido de una mínima e indispensable franqueza, para actualizarse.
Por consiguiente, la crisis que todavía soporta el parlamentarismo, en década y media, ornamentalizada la Asamblea Nacional, constituye la clave del atraso del mismo Estado en relación a las expectativas y demandas de la sociedad que ha de representar, encarnar y expresar. La dirección que lo ha confiscado, no logra remediar el problema confiándose a los febriles estudios de opinión que contrata, al análisis constante que prodigan los servicios de (contra) inteligencia ni a las actividades de calle que únicamente conceden un espacio teatral para sus actividades netamente clientelares.
Importando poco la institución, simulando las decisiones colegiadas, la experiencia tiende a la degeneración, ejerciendo una dañina pedagogía hacia el resto de las instancias deliberantes, dentro o fuera de la órbita estatal, trátese de los ámbitos edilicios, gremiales, vecinales, u otros en los que el intercambio de ideas, iniciativas, pareceres y hasta emociones dan soporte a la convivencia, canalizando y dirimiendo pacíficamente los conflictos humanamente inevitables. Por ello, difícil de censurar y reprimir, reiterada la necesidad, la deliberación ciudadana constituye una espinosa exigencia de estos tiempos que, convertida en claro propósito y programa político para devolvernos al siglo XXI, obliga a la reorganización – incluso – de todo esfuerzo opositor que, por cierto, reclamándolo exteriormente, falló en el ejercicio efectivo del diálogo interior.
Iniciándose las sesiones del segundo período parlamentario del año, asistimos a la celebración y multiplicación de sendas Asambleas de Ciudadanos que, al reivindicar el debate púbico, sobrio y respetuoso de los asuntos comunes, en todo el país señalan un camino e imponen un mandato a la representación popular. Así, complementada la tarea diputacional, no sólo sincronizamos con una realidad que sigue su curso inalterable, sino que le damos base a un distinto compromiso para convertir la legítima protesta social en una genuina, articulada y eficaz respuesta política fraguada desde las bases mismas de un pueblo que experimenta su ascenso ciudadano.
Confluimos en una faena ya extendida para la preocupación y angustia del oficialismo que ha afincado el bisturí de la censura, cuya firme y específica concreción será el Congreso Ciudadano, dentro de un mes, como un acontecimiento, evento y proceso que también reforzará las labores tan difíciles que nos comprometen en la Asamblea Nacional. Y ésta, inexorablemente, adquirirá otra comprensión en la medida que la alcancen las soluciones constitucionales a la crisis, más del mero reto electoral.
Reproducción: No por casualidad, la transición encabezada por Eleazar López Contreras, la anduvimos con un parlamento de estirpe gomecista, pero a la vuelta de diez años cambió completamente. Ahora, van quince años de parlamento habanero. Mimó Mena: Fantoches, Caracas, nr. 258 de 1936.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2014/09/parlamento-y-congreso-ciudadano/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1051935
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