En los últimos años, ha surgido
una interesante – aunque insuficiente – bibliografía sobre el fenómeno
castrense en Venezuela, cumplidas las necesarias exigencias académicas que la
materia merece.
Domingo Irwin, Ingrid
Micett,
Luis Buttó,
Alejandro Cardozo,
Hernán Castillo, Frédérique Langue, entre otros
nombres, coinciden en una indispensable iniciativa editorial que, sostenemos,
todavía no adquiere la relevancia nacional necesaria, a pesar de encontrarnos
bajo un régimen de acusadas características militares.
Empero, deseamos mencionar brevemente tres
títulos de interés.
En los lejanos ochenta del siglo
pasado, apareció el ensayo histórico de
Eduardo
Schaposnik, catedrático de la Universidad de La Plata, quien hizo una interesante
relación para desembocar en la democratización de las Fuerzas Armadas. Título
avalado por la Fundación Gonzalo Barrios y el ILDIS, fijó – si mal no
recordamos – el análisis convencional que ameritó el asunto en los años
anteriores de una solidez que, después, los hechos demostraron como
circunstanciales. Vale decir, las apariencias engañaron, porque – quizá por la
conclusión de la Guerra Fría -
no
advertimos los cambios experimentados, asociados a la debacle económica de un
modelo exhausto al finalizar el siglo y que Mirtha Rivero, en “La rebelión de
los náufragos”, sintetiza extraordinariamente al aportar la otra perspectiva de
una ya larga crisis

Por cierto, a mediados de la
aludida década, hubo un escándalo que partió de las aulas universitarias, pues,
el coronel José Machillanda, cursante de una maestría, centró su tesis en las
relaciones y vicisitudes entre los poderes civil y militar. El ojo editorial de
José Agustín Catalá, en tiempos de una franca libertad para publicar que
contrasta con el presente, lo llevó al gran público con prólogo de José Vicente
Rangel, quien también había invertido tinta y verbo sobre el tema, como luego
repetiría con portales como el posterior ensayo de Machillanda sobre el “Nuevo
intervenionismo: la desmilitarización del continente”. Después, no coincidirán
ambos nombres.
En la primera década del presente
siglo, Oscar Battaglini asume la seguridad y defensa, estableciendo un
contraste con la doctrina heredada y la que concibió y adelantó Hugo Chávez.
Digamos que pasó por debajo de la mesa y no precisamente por sus planteamientos,
consistentes así discrepemos en el marco ideológico, sino por esa indiferencia
y temor generalizado que la cuestión genera, al igual que otras cuestiones
fundamentales. Vale decir, sin contraparte, esas ideas fundamentales, dignas de
la polémica, pasan por debajo de la mesa.


Obviamente, hay una corrlación entre la libertad y la calidad del debate público y la Fuerza Armada Nacional que no es fácil soslayar. La versión oficial es la que corre ampliamente, incluyendo la tinta de Jacinto Pérez Arcay, ampulosa sobr el fenómeno que no, crítica. Y ésto es lo deseable. La propia prensa escrita y digital, experimenta el problema. No hay modos de plantear eficazmente el asunto. Nuestra modsta experiencia parlamentaria apunta a la sordera cuando nos referimos a la corporación castrense. Evidentemente, hay cautela en unos y, en otros, ignorancia en la cuestión. Es lo que percibimos. Por ejemplo, el diputado Alfonzo Marquina y el suscrito, en distintas ocasiones, hemos ventilado el problema de la creación de empresas mercantiles para el desempeño castrense. La rspuesta del gobierno en la Asamblea Nacional, ha sido pobre. Y, a veces, ridícula. Es necesario decirlo. a la diferencia que tengamos con el autor, Cuando hemos tenido ocasión de leer los viejos debates parlamentarios, por lo menos, sobresale el contraste. Había sobriedad en el tratamiento de la materia. Por ahora, ligereza y repetición enfermiza de las consignas. Con tododa la diferencia que tengamos con el autor, Battaglini - por mencionar un nombr - debería actualizarlos y orientarlos dándoles - por cierto- otro lenguaje.
LB
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