Nicomedes Febres
*Hay una novela cuyo título no recuerdo, pero creo que es La Casa del pez que escupe el agua, de Herrera Luque, donde uno de los personajes odiaba al régimen del general Gómez, incluso fue a la cárcel, y mientras estaba preso un amigo partidario del gomecismo ayudó a su familia. Al enterarse de la situación, el preso al salir, confiesa con dolor, que se le está extinguiendo la rabia y lo vence la melancolía. Los hombres sabios nunca amenazan a nadie, no ofenden y estoicamente soportan las infamias que cada día los fortalecen mientras esperan su oportunidad. Ni siquiera hacen catarsis para que no se les diluya la rabia. Pero saben que no hay plazo que no se venza ni deuda que no se cobre. Tan seguro estoy, como de que mañana sale el sol, que pronto saldremos de esta pesadilla. Las locuras actuales del régimen son testimonios de debilidad, no de fortaleza. Todo sistema político tiene un período de auge, otro de plenitud y un ocaso, y estamos en el ocaso. Eso hay que entenderlo y aceptarlo. Cuando con voluntarismo se ha tratado de acelerar erradamente el proceso final, hemos conseguido el efecto contrario. Para hacerme entender voy a utilizar un símil. El difunto enamoró a la muchacha, la disfrutó y el padre de ella, irritado contrarió esos amores, la trató de internar en el colegio, pero la muchacha se escapó y siguió emperrada en esa pedazo de vaina. Estamos ahora en la fase de desamor, se está dando cuenta ella de todos los defectos del supuesto galán y sabe que el padre tenía razón al contrariar la relación. Si el padre vuelve a tratar de combatir los restos del amor, hasta por pudor de su errado criterio, la muchacha va a disentir, aunque sea con poca convicción.

*Las imágenes de hoy son dos vistas de Caracas y un detalle, desde prácticamente el mismo sitio. La primera es un pintura de Cabré, que es una vista de Caracas desde El Portachuelo de 1924 y la otra es una imagen de los años 50 de la Roca Tarpeya. Esa redoma separaba al comienzo al sur de la avenida Fuerzas Armadas que continuaba hasta Cotiza al norte, de la avenida Nueva Granada hacia el sur. La montaña fue cortada allí y hacia el este construyó Pérez Jiménez El Helicoide y al oeste quedaba la Cota 905 que conectaba con El Paraíso. En esa montaña removida había un túnel, cuya foto nunca he visto, y por ese túnel entraba la gente a Caracas desde el Cementerio, el Valle y la hacienda Los Rosales, cuando aún se sembraba trigo allí, como lo demuestra un cuadro de Federico Brandt de comienzos de siglo. El detalle es El Portachuelo cuando están demoliendo la montaña en 1909. Conocer la ciudad de entonces es imposible solo con la fotografía y para darse cuenta de los grandes cambios es necesario recurrir también a la pintura. Nunca se ha hecho una gran exposición de Caracas para conocerla y mientras dure este gobierno es impensable, pues los particulares temen que no les devuelvan sus cuadros. La ciudad es de todos y para el disfrute de todos. Ni siquiera existe el gran catálogo de la ciudad, pese al esfuerzo que ha hecho la empresa privada en varias ocasiones.
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