sábado, 27 de julio de 2013

RATIFICACIÓN

EL NACIONAL - Lunes 15 de Julio de 2013     Opinión/8
Inflación fuera de control
El acentuado aumento de la tasa cambiaria en el mercado negro que ya se estaba produciendo, multiplicaba la apetencia por los dólares preferenciales
PEDRO A. PALMA

El 3 de diciembre de 2012 publiqué en esta columna un artículo en el que planteaba que la desaceleración inflacionaria que se había operado ese año era artificial y no sostenible, y que no debía interpretarse la misma como el resultado de una exitosa política antiinflacionaria, sino más bien como un represamiento artificial y temporal de la inflación. Explicaba que ese fenómeno se había debido, entre otras circunstancias, a un recrudecimiento desproporcionado de los controles de precios, particularmente de los alimentos, y a unas masivas importaciones de productos de consumo con divisas subsidiadas y artificialmente baratas, circunstancias ambas, sin embargo, que no se podían mantener por mucho tiempo. Los controles de precios estaban condenando a productores y distribuidores a trabajar a pérdida o con márgenes muy bajos, lo cual, a su vez, se traducía en limitaciones a la producción y en crecientes desabastecimientos que a la larga presionarían los precios al alza. Por otra parte, los tipos de cambio oficiales de Cadivi y Sitme estaban profundamente distorsionados, pues se habían mantenido inalterados por largos períodos, a pesar de estarse materializando una inflación local muy superior a la externa; esto generaba una sobrevaluación creciente de la moneda que abarataba artificialmente la divisa. De allí que cada vez más se afianzara el convencimiento de que esos tipos de cambio preferenciales iban a ser ajustados en breve plazo.
Adicionalmente, el acentuado aumento de la tasa cambiaria en el mercado negro que ya se estaba produciendo, multiplicaba la apetencia por los dólares preferenciales, y las autoridades cambiarias se vieron obligadas a restringir el acceso a los mismos, lo que produjo una escasez creciente de moneda extranjera.
Las expectativas de devaluación, la carencia creciente de divisas y el divorcio de los tipos de cambio oficial y libre generaban presiones inflacionarias, ya que los precios tendían a establecerse por los crecientes costos esperados de reposición.
Terminaba ese artículo diciendo: "En resumen, la impostergable revisión de los precios controlados, la esperada devaluación, el disparatado gasto público, la expansión monetaria y las distorsiones cambiarias existentes, harán que la inflación repunte en el futuro inmediato". Esta predicción antagonizaba con las proyecciones oficiales, que ubicaban la inflación esperada de 2013 en alrededor de 14%. Desgraciadamente, la realidad nos dio la razón.
Lo que hemos visto a lo largo de este año, y particularmente durante los últimos meses, es la materialización de una inflación fuera de control. En efecto, durante el primer semestre los precios aumentaron en promedio 25%, y entre junio del año pasado e igual mes de 2013 la inflación a nivel del consumidor fue de 39,6%, y es muy probable que en el futuro inmediato esa inflación anualizada tienda a aumentar. Algo muy grave es la intensidad con que se han encarecido los alimentos, ya que en los últimos doce meses los precios de ese rubro experimentaron un aumento promedio de 57,5%, y es muy llamativo el encarecimiento de los productos agrícolas que ha llegado a ser de 75% en igual lapso. Esto ha hecho que sea el segmento más desposeído de la población el que más alta inflación padece, ya que el porcentaje del presupuesto que estas personas tienen que destinar a la adquisición de alimentos es muy elevado, lo que los hace particularmente vulnerables al aumento de estos precios.
Resulta muy preocupante observar la inacción y reticencia al cambio de rumbo en el manejo de la cuestión económica por parte del Gobierno.
Pareciera que los responsables de dirigir al país no fuesen conscientes de la gravedad del problema inflacionario existente, y de los profundos desequilibrios que aquejan a la economía y que requieren urgente atención. De continuar las cosas así, alto será el precio que pagaremos todos los que aquí vivimos y aspiramos a una vida mejor.


EL NACIONAL - Lunes 03 de Diciembre de 2012     Opinión/10
Repunte inflacionario
Los controles de precios tienen que ser revisados, pues los mismos están condenando a productores y distribuidores a trabajar a pérdida, lo cual, a su vez, se traduce en desabastecimientos crecientes
PEDRO A. PALMA

La desaceleración inflacionaria que se ha operado este año en Venezuela es artificial y no sostenible, no debiendo interpretarse ésta como el resultado exitoso de una política que está dominando efectivamente la inflación, sino más bien como un represamiento artificial y temporal de la misma.
Esta moderación, que incluso se ha operado a pesar del intenso incremento de la oferta monetaria debido al aumento desproporcionado del gasto público en este año electoral, se ha debido, por una parte, al recrudecimiento desproporcionado de los controles de precios, particularmente de los alimentos y, por la otra, a la importación masiva de productos de consumo con divisas subsidiadas debido a la alta sobrevaluación de la moneda.
Esas dos circunstancias, sin embargo, no son sostenibles en el tiempo. Los controles de precios tienen que ser revisados, pues los mismos están condenando a productores y distribuidores a trabajar a pérdida, lo cual, a su vez, se traduce en desabastecimientos crecientes que a la larga presionan los precios al alza. Los tipos de cambio oficiales, por su parte, están profundamente distorsionados, ya que al haberse mantenido inalterados por largos períodos, a pesar de sufrirse una inflación interna muy superior a la externa, se ha producido una sobrevaluación desproporcionada, que ha hecho que lo más barato que hoy se pueda comprar en Venezuela después de un litro de gasolina, es un dólar al precio oficial. Ello ha incentivado la adquisición de divisas preferenciales, pues con los bolívares que cuesta un dólar se puede comprar mucho menos localmente en comparación con lo que se adquiere con ese dólar fuera.
Adicionalmente, al haberse disparado el tipo de cambio en el mercado negro, la apetencia por los dólares preferenciales se multiplica, pues resulta un excelente negocio comprar divisas a un tipo de cambio oficial y revenderlas en el mercado paralelo. Todo ello ha obligado a las autoridades cambiarias a restringir el acceso a los dólares preferenciales los cuales escasean cada vez más. Adicionalmente, el bajo precio de la divisa oficial también contribuye al enorme desequilibrio fiscal existente, ya que los bolívares que se obtienen por cada dólar que se convierte son muy escasos.
Esto, obviamente, se tendería a corregir con un incremento del tipo de cambio oficial, acción que no sólo aumentaría la recaudación fiscal, sino que también diluiría la deuda pública interna.
Todas las distorsiones arriba enunciadas llevan a muchos al convencimiento de que las tasas de cambio oficiales serán modificadas en el futuro inmediato, es decir, se espera una devaluación del bolívar, la cual, de producirse, encarecería los bienes de origen externo. De hecho, esa expectativa cambiaria, combinada con el divorcio de los tipos de cambio oficial y negro, están generando presiones inflacionarias, ya que, por una parte, el dólar al que todos tienen acceso ­el negro, obviamente­ se ha encarecido intensamente, y, por otra parte, los precios tienden a establecerse por los costos esperados de reposición, pues aun cuando un productor esté produciendo con materias primas que importó al tipo de cambio oficial de 4,30, no establece su precio basado en ese costo, pues no sabe si al momento de reponer sus insumos lo podrá seguir haciendo con dólares baratos o a un tipo de cambio mucho mayor, por lo que deberá aumentar sus precios hoy para mañana disponer de los bolívares suficientes con qué comprar las divisas más costosas. Igual sucede con el comerciante de productos foráneos, que aun cuando los haya importado a las actuales tasas preferenciales aumenta sus precios debido a la expectativa de devaluación existente.
En resumen, la impostergable revisión de los precios controlados, la esperada devaluación, el disparatado gasto público, la expansión monetaria y las distorsiones cambiarias existentes, harán que la inflación repunte en el futuro inmediato.

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