El barajo de la coyuntura
Luis Barragán
Quizá comenzamos a diferenciar entre uno y otro fenómeno, pues el problema ya no consiste en el febril y cosificador deseo de alcanzarlos, procurando todo sacrificio personal – incluso – por aquellos manifiestamente inútiles y banales, sino en la imposibilidad real de acceder a los bienes y servicios fundamentales. La enfermedad del consumismo es muy distinta a la de la escasez o inexistencia, aunque ésta se diga remedio de la otra. Empero, no luce fácil el contraste por la inmensa manipulación que, además, dice convencer a los propios victimarios.
Sutiles matices hallamos entre la propaganda y la publicidad alienantes de las sociedades capitalistas, y las que embriagan a las presuntamente alternativas, con una significativa desavenencia: la libertad hasta para denunciarlas. Apuntemos otra, en este lado del mundo se ha quemado un elevado porcentaje de los ingresos públicos para aceitar la perversa maquinaria arrolladora de las realidades vividas y sentidas.
Una poderosa ilusión del poder establecido que castiga, además, a quienes osen pensar que la sufren, nos embarga, aunque – insobornables – esas realidades siguen su curso. Devalúan en los días feriados, cuando negaron tercamente una medida que todavía requiere de otras indispensables; denuncian lo ya sabido sobre el armamento de guerra en un centro penitenciario, pero no establecen las responsabilidades consiguientes, agregada la ministerial; dueños de los controles, agitan el fantasma de la especulación, mas no explican el desabastecimiento que, por cierto, no lo hubo en las vecindades del Caracazo; o intentan la pronta resurrección presidencial, luego de presumir – por sus dichos y diligencias – el inevitable deceso.
El constante barajo de los escenarios de transición que, hasta nuevo aviso, capitalizan Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, ha agotado toda capacidad de invención, aunque no de histrionismo. Y, por más que fuercen los guiones, allanando o intentando allanar las inmunidades parlamentarias de su magno antojo, les quedan tres opciones ya aleccionadas por la historia.
La una, ausentes los argumentos, la de banalizar el debate disputando las consabidas gorras tricolores a la oposición, exponiendo una debilidad simbólica a la que sólo cabe reconocer. Excepto la más brutal represión, los pueblos en crisis toman cabal conciencia de las burlas que toda maniobra de distracción sintetiza.
La otra, arriesgarse a idear y denunciar una poderosa conspiración política que, a falta de pruebas, se revierta. La invasión de Cipriano Castro que Juan Vicente Gómez eficazmente fabuló en 1913, tuvo por explicación las muy veraces que afrontó a lo largo de su tan prolongado gobierno.
Finalmente, agotada la legitimidad que les concede una Constitución torpemente violentada, retroceden a las fórmulas más elementales de la devoción presidencial, pretendiendo una canonización inmediata y utilitaria. Así, dateados por Manuel Caballero y su “Gómez, el tirano liberal” (1993), aunque no dijo de los días de carnaval, consultamos El Nuevo Diario del 08/03/1916 (Caracas, nr. 1144), para corroborar una asombrosa fotografía de Manrique, pues, la casa de habitación de Victorino Márquez Bustillos, Presidente Provisional de la República, exhibía un juego de bombillos que decía: “GLORIA A GOMEZ SUPREMO BIENHECHOR DE LA PATRIA”. Por ende, nada nuevo bajo el sol, inherente a toda encargaduría que jamás olvida al benefactor, Maduro sólo simplifica la vasta empresa publicitaria y propagandística gubernamental, enmudeciendo – sorprendido – frente a las complejas e impostergables demandas sociales.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2013/02/el-barajo-de-la-coyuntura/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=940203
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