miércoles, 11 de julio de 2012

DOCENCIA DE LA VIDA

SOL DE MARGARITA, 11 de Julio de 2012
Efraín Subero en tiempo real
A los jóvenes también les tocaba lo suyo como prisioneros de una incipiente y limitada enseñanza que no llenaba sus aspiraciones y donde solo se podía, cuando más, aprender a leer y a escribir.
J. Marino Luna

Muy pocos fueron los que tercamente se quedaron y otros simplemente no pudieron irse. Los que sí quisieron y pudieron marcharse, con su desaliento de años encima, amarraban su bojotico con su sola muda y se lo terciaban. Casi siempre iba de madrugada, resueltos pero con el pecho constreñido. En el cuarto, penumbroso todavía, daban el abrazo “postrero” a la lagrimosa compañera, un beso fugaz a los hijos adormilados, y con sus brazos en cruz ante los catres de los viejos, con el alma por fuera, -“écheme la bendición mi mai”, “écheme la bendición mi pai”-. Era cuando se daban cuenta de que dejaban el corazón ahí y se iban sin él, solo con aquella resolución de piedra que les guiaba en su búsqueda de Dios.
La aridez del perímetro isleño, creciendo en población que había que alimentar, sin sementeras y con las embarcaciones ociosas en la orilla; hacían propicia aquella desbandada en busca de fuentes de trabajo que aquí no encontraban. Año tras año viviendo ese desconsuelo. Y cuando se enteraron deque desde aquellas otras latitudes, desde los campos agrícolas o desde los otros campos con la novedosa actividad petrolera, se requerían de brazos para hacerlos productivos, no lo pensaron dos veces.
A los jóvenes también les tocaba lo suyo como prisioneros de una incipiente y limitada enseñanza que no llenaba sus aspiraciones y donde solo se podía, cuando más, aprender a  leer y a escribir. Ser bachiller ya era todo un acontecimiento que en gran parte se lograba fuera de aquí. Y acceder a los planteles universitarios era una verdadera odisea.
Algunas contadas familias tenían cómo, pero la generalidad, como quien dice “dejando el pellejo pegado al piso” lograban enviar a sus hijos a aquella aventura más allá de la franja de agua. No se escatimaba sacrificio “con tal de que el muchacho aprendiera algo que nos sacara de abajo”. Las embarcaciones para irse, los caminos para llegar a los sitios de estudio, el hospedaje donde familiares o conocidos, la inscripción, la manutención, la ropita de  diario, etc. etc. etc. Estudiar y trabajar en lo que fuera para poder ayudar en algo a quienes  daban casa y familia por allá. Miles de peripecias sufrirían en aquello y por largo tiempo.
Auque la vieja Agueda y el viejo Chucho fueron de los que tuvieron cómo, a Efraín podía ubicársele en las dos consideraciones. Por allá buscaría justarse con sus otros paisanos “de todas las cataduras” para constituirse en verdaderos embajadores del terruño isleño. Unos lograrían su preparación profesional; los que no, de todas maneras, aprovecharían aquellas mejores posibilidades para asumir variadas ocupaciones. De una u otra forma irían destacando con sus doctorados y licenciaturas, o con sus pericias en lo que el margariteño siempre ha sobresalido.
Efraín se iniciaría en la docencia que tempranamente ejercería en varios sitios y por toda la vida. Tiempo hacía para la investigación histórica de las costumbres y de los comportamientos humanos de la isla y del resto de Venezuela; de muy cerca le venían aquellos afanes averiguatorios. La vena poética la cargaba a bordo desde el primer llanto; Margarita y el puerto y “La Excelencia” serían su númen. Por allá le acoquinarían con persistencia las evocaciones y el punzaso de esa ausencia obligatoria que tanto pudieron en él.  En una trashumancia constante de idas y venidas a la playa de sus suspiros, siempre le vimos y se le esperaba con deleite para la conversa que era aleccionadora, previsiva y hasta premonitoria. El nos dejó con pelos y señales todo lo que nos sucedería en la imprevisión y en la permisividad a los alarifes del desarrollo plástico. Se pudieran pasar días señalándole virtudes. Sus erradas también las tuvo como cosa natural, Polémico en veces no persistía en los orgullos innecesarios: particularmente podemos dar de ello: se dejaba venir suavecito, conciliador, para educarnos en la inutilidad de los rencores.
Lo académico y lo universal de sus saberes puede dejarse para otra oportunidad, aunque sin dejar de decir de su pasión y su pericia por la escritura de variados temas, siempre en la defensa del idioma y de nuestra idiosincrasia con su finura particular. Su importancia como venezolano especial dedicado al engrandecimiento humanista del país no puede medirse por el hecho espectacular para los asombros ajenos, sino en la efectividad de su búsqueda para la educación de todos los niveles, de manera serena y firme para que quedara constancia de su esfuerzo que siempre reconoceremos. Vale lo dicho en estos tiempos donde todavía hacen presencia demoledora las desinformaciones y hasta las ingratitudes.

Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Efra%C3%ADn_Subero

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