lunes, 4 de junio de 2012

¿QUIÉN DA LA HORA, POR FAVOR?

¿Existe la UCV?
Luis Barragán


No hay acto formal o informal, público o reservado, académico o administrativo,   electoral o reivindicativo, inusual o consuetudinario, ajeno a la amenaza del sabotaje político. Todo evento de la vida universitaria, capaz de suscitar interés y de  congregarla, es susceptible de la agresión que, por reiterada, se hace gratuita.

La estridencia, los cohetones, la golpiza, los disparos, la pedrada, los artefactos lacrimógenos, estelarizan la escaramuza sobrevenida o el asalto deliberado que convierte en una apuesta noticiosa el curso institucional de la Universidad Central de Venezuela. Artefactos de presunta y exclusiva posesión y administración del Estado,  suelen dirimir aquellas situaciones tan inherentes a los gremios docentes, estudiantiles y laborales, colocando el adecuado acento en las autoridades, mientras el hampa común tiende a asfixiar la rutina como si fuese consciente  de un papel antes inimaginable.

La Fiscalía General o la Defensoría del Pueblo, en nombre de la autonomía universitaria, no actúa diligentemente excepto en los casos que convenga clara y directamente al gobierno nacional, cuyo despacho ministerial sobrelleva las urgencias y demandas universitarias con el tino de sus displicencias. Importa más abultar las posibilidades electorales que les puedan conceder los trabajadores ocasionales o temporeros, después de las numerosas derrotas sufridas, mediante la inexplicable sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, preventivamente suspendida, o el impedimento de unas puertas que rasgan las vestiduras de aquellos que, además, no podrán nunca franquear los guetos amurallados de Miraflores, el Capitolio Federal o del propio máximo tribunal de la República.

Recientemente, sesionando en otra dependencia de la ciudad, la dirigencia sindical o la de un sector de los obreros que reclaman mejorías, aunque las sepan limitadas por el cerco presupuestario gubernamental, atacó al Consejo Universitario con sus ya habituales herramientas de discusión. Otra vez, como ha ocurrido antes con el declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, produjeron daños materiales y, cual patente de corso, consagrada la costumbre, nadie responde por los hechos y su espesor de sombras.

Tiempo atrás, tuvimos ocasión de presenciar y, un poco, mediar frente a una sorprendente reyerta en la Plaza del Rectorado. Los numerosos victimarios del partido oficial, claramente insuficientes para ganar la Federación de Centros Universitarios, persiguieron, rodearon y golpearon, incluyendo a una muchacha, a los dirigentes de reconocidas y públicas posturas opositoras que emprendieron la huída y, en lugar de regresar con toda la comunidad tras de sí, lo hicieron dispersa y cautelosamente: tres o cuatro días después, los oficialistas ataron un mensaje de transgresión al emblemático Reloj Universitario, y – acaso, un mes después – los ahuyentados únicamente lograron convocar a los medios de comunicación, como si bastara  con exhibir una gigantesca pancarta llamando a la paz.

Lejos estamos de promover la violencia como respuesta a la que se padece, aunque el testimonio de viejos amigos que ejercieron el liderazgo estudiantil en tiempos realmente tormentosos, por muy gandhianos que fuesen, dibuja aquellas medidas adoptadas que forzaban el reconocimiento, el respeto, la consideración y – en lo posible – la tolerancia en la casa de estudios. Preferimos la movilización de las mayorías que legitiman la vida universitaria para evidenciar a una minoría de cómodos actos de terrorismo, la que ejerce cobardemente la violencia con el beneplácito gubernamental, posible de neutralizar y reducir al verse – sencillamente – aislada, activamente rechazada, royendo su temeridad.

El problema justamente reside en el miedo inoculado, la desconfianza e indiferencia de una comunidad que, auto-engañándose, opta por apresurar sus diligencias académicas esperando que el azar les conceda un ambiente más propicio. Por ejemplo, sobrevivir y graduarse pronto es la consigna de rigor, generalizada entre quienes transitan las aulas con ningún asomo de compromiso, colocando la duda en torno a la propia existencia de la UCV como una comunidad histórica, íntegra e integrada, generadora de un legado en constante construcción.

Sentimos que el fracaso es el de un liderazgo que no acepta los tiempos excepcionales que lo demandan, por la amplitud, coraje, eficacia e invención que hicieron del rectorado un referente político y moral del país en otros ya idos.  Por lo demás, la FCU ha perdido la prestancia, el empuje y la ensoñación que alguna vez tuvo, porque – comprobado – esas cualidades no las conceden por sí mismos, los medios de comunicación social ni el dato inadvertido de contar con los parlamentarios que, hasta no hace mucho, conformaron su directiva, ahora dedicados a temas muy distintos y no a los que deben emplazarlos de acuerdo a las apremiantes circunstancias.

Por lo pronto, se impone la motivación, la incorporación y el compromiso directo e indirecto de toda la universidad. Sugiere profundizar en las convicciones y razones orientadas a su reivindicación, fortalecida moralmente, pero – también – en el desarrollo de las habilidades y actividades que palpablemente la unifiquen frente al régimen agresor que lo es, a pesar de la propaganda gubernamental y de la edulcorada perspectiva de una beca, empleo o promoción partidista que siempre  resetea a sus más cándidos seguidores.

Por citar algunos nombres, Francisco de Venanzi o Rafael Pizani jamás fueron candidatos presidenciales y, en el supuesto de haberlo pretendido, cumplieron cabalmente con sus responsabilidades universitarias exponiendo una formidable acreditación.  Semejante esfuerzo hicieron los otrora dirigentes estudiantiles que, pacientemente, labraron un camino que no fue menos tormentoso que el de ahora, esbozando  nada más y nada menos – por cierto -  el país que un día fuimos, por las ideas y la audacia que los caracterizaron, en lugar de la vanidad y de la suerte que dicen únicamente explicar la política actual.

Iustración: Zapata (El Nacional, Caracas, 21/05/12). Valga apuntar, a la ilustración le quitamos el "hablador" que se refería al problema presupuestario de la universidad.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/06/%C2%BFexiste-la-ucv/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=871966

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