jueves, 3 de mayo de 2012

TEÑIDURA

EL NACIONAL - Miércoles 25 de Junio de 2008     Opinión/10
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Cuestiones del socialismo campamental
Sigue intacto el problema de la legitimación del poder y la comprensión misma del país
LUIS BARRAGÁN

Circunscritos a las observaciones consignadas por Jesús Puerta y habida cuenta del poco espacio disponible, nuestra inicial intención es la de interpelar al marxismo que el régimen ha caricaturizado inevitablemente. La crisis es, en propiedad, la del leninismo que fuerza y contamina los aportes gramscianos, pero –sin dudas– obedece a otra de mayores y decisivas magnitudes: la de una coalición populista que, anacrónica, se resiste a las insuficiencias del recurso externo que la soporta y a las salidas más sensatas del descalabro.

Una sociedad tan compleja y plural no cabe en la versión del populismo realmente existente, en cuyo seno pudiera aparecer otro bloque histórico (lo de nacional-popular, antiimperialista y socialista, no aporta novedad alguna, rindiendo tributo a las lejanas conclusiones del III Congreso del PCV).

La naturaleza utilitaria, prebendaria y clientelar sabe de una reedición siempre agónica de la coalición que nos lleva a otra de las crisis: la del Estado, empecinada en una hegemonía organicista, la polarización artificial y las posturas maniqueas.

La concepción instrumental del Estado, represivo directa y –sobre todo– indirectamente, constituye el fundamento de un chavezato contrarrevolucionario que, amén de rechazar la salida posrentista, a pesar de las bulliciosas representaciones sociales de una revolución, sienta sus bases en los registros mercantiles e inmobiliarios, promoviendo a otros sectores que se convierten en burguesía comercial y financiera y, como siempre, en pugna con lo que queda o pudiera quedar de la industrial.

Valga acotar que la discusión de los contratos colectivos en Venezuela es tema vedado para el oficialismo de escasa incidencia real en el mundo sindical. Por lo demás, el Estado burgués invocado en nada considera el desarrollo institucional del Estado Social y de Derecho construido en años anteriores, por lo que el fallido proyecto constitucional sólo se contentó con pretender desestatizar para fortalecer a la cúpula conductora de lo que queda del Estado, deseando transferir enteramente a las comunidades los problemas que las agobian y rebasan completamente sus posibilidades materiales para solventarlos, como el desempleo, la inseguridad personal y la falta de viviendas.

En un apretado esfuerzo de síntesis, sostenemos que los viejos esquemas duvergereanos le impiden a Puerta superar el fácil discurso del bi/monopartidismo, pasando por alto las lindezas del PSUV y la función subsidiaria del PPT y el PCV, al igual que la aparición de sendos partidos orgánicos. O el asunto de la "antipolítica", en realidad "infrapolítica", que le permitió a Hugo Chávez acceder y mantenerse en el poder. O, si se me permite la hipótesis, la hazaña antiimperialista que corre detrás de la re-creación de la Gran Colombia, siendo más viable construir un referente internacional-estatal (FARC, ELN, ALBA, etc.), que internacional-popular.

Sigue intacto el problema de la legitimación del poder en Venezuela y la comprensión misma del país, por lo que la sociedad posrentista –como reto y como realización– servirá –igualmente– para no explicar más la situación gracias al petróleo y permitir, así, una renovación del pensamiento político que algún día tocará al marxismo que –ni siquiera– logra salir del leninismo que cohabita asfixiantemente con Gramsci. Por cierto, hay más de propaganda sobre las asunciones autoritarias que constataciones en la respuesta del interlocutor Puerta, convertida la hojarasca en el denso polvo que ata las hojas caídas por el sismo silencioso de la crisis teórica que evidencia.

Mounier diferenciaba entre la revolución de los desfiles y la trabajadora de los pobres. Es en aquélla donde invierten toda la pólvora mediática, dineraria y asimétrica que hace al socialismo campamental. Reconozcámoslo: sobrios para hallar lo sustancial del drama, sin que –al revés– hagamos un melodrama para adivinar una respuesta tardía.


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