domingo, 13 de mayo de 2012

PARA GANAR HAY QUE MOJARSE HASTA ....

EL VENEZOLANO, Miami, 8 al 16 de Mayo de 2012
Elecciones y metáforas
Marcos Villasmil

Se preguntaba recientemente David Brooks, en su columna del New York Times, ¿qué es una campaña electoral? Quizá un cortejo: el candidato debe seducir a los electores, conseguir su afecto. O tal vez una campaña es una versión gigante de “American Idol”: hay que decidir quién es el más talentoso. Por último, afirma Brooks, escoger un presidente es como contratar un plomero. Los votantes no desean “enamorarse” del candidato –a fin de cuentas, la experiencia dice que a pocos meses de gobierno ya comenzarán los desencantos generalizados- sino que buscan a alguien que simplemente arregle las tuberías de la nación; el candidato debe señalar tres o cuatro prioridades programáticas que él intentará impulsar mientras calienta la silla presidencial, y luego a repetir sin descansos ni pausas una y otra vez dicho mensaje.
Recuerda Brooks que toda campaña en un país democrático tiene un poco de cada uno de estos escenarios. Basta con recordar la campaña de Obama en el 2008, parte cortejo, parte American Idol. ¿Un plomero clásico? Richard Nixon.
El cortejo, la búsqueda del mejor, el plomero. Tres metáforas, tres narrativas de una campaña electoral. Y es que las metáforas son económicas, condensan la riqueza de un concepto en una frase breve; por ello, en política, son fundamentales para la construcción de un relato legitimador. No hay liderazgo sin metáforas.
Nos recuerda Gary Klein que las metáforas no son simples adornos del lenguaje. Ellas afectan lo que vemos y cómo lo vemos; nos ayudan a estructurar nuestro pensamiento, a darle claridad, e incluso condicionan nuestras simpatías y reacciones emocionales. Un ejemplo sencillo: una mujer al reclamar a su novio que “nuestra relación no va a ninguna parte” está usando la metáfora de un viaje para evaluar su relación. Las metáforas deportivas son siempre populares; de las más recientes cabe recordar la descriptiva “Chávez estás ponchao”, del movimiento estudiantil venezolano.
La campaña venezolana hoy se encuentra en terrenos argumentales extraños, por las tensiones antidemocráticas de todo tipo generadas desde el sector gubernamental.
Capriles hace una campaña para gobernar el futuro; el Enfermo No. 1 y sus sargentos sólo buscan mantener su poder, que ya es pasado. Para Capriles, la elección es una confrontación entre propuestas de país, de un país que nos incluya a todos, que elimine los odios del mensaje gubernamental. Según la lógica chavista, todo es válido a la hora de ganar como sea, incluso, si se pudiera, sin realizar las elecciones; para el logro de una victoria que consolide el cerrojo totalitario sobre los venezolanos, todo es permitido. Con Chávez, las únicas metáforas que funcionan son las de la guerra.
LAS METÁFORAS DE LA GUERRA
Son conocidas las metáforas sobre el ejercicio de la política que derivan de hechos de guerra. La muy conocida frase “Los primeros cien días” –en los cuales, en el caso de un nuevo gobierno, supuestamente se realizarán cambios sustantivos que mejorarán sensiblemente la realidad heredada- popularizada por Franklin D. Roosevelt, se origina en el periodo del año 1815 que transcurre entre la llegada a París del recientemente escapado de Elba Napoleón Bonaparte, y la restauración de Luis XVIII luego de la victoria de la coalición británico-prusiana en los campos de Waterloo, al sur de Bruselas.
Las metáforas guerreras tienen la peculiaridad de que pueden cruzar límites ideológicos y partidistas. El uso por candidatos de extrema derecha es común, mientras que Robert Michels observaba en 1915: “Casi no existen expresiones de tácticas o estrategias militares, expresiones de argot cuartelero (barracks slang)  que no aparezcan una y otra vez en la prensa socialista.” ¿Y no fue Mao Tse-Tung quien afirmó: “la guerra es la política con sangre; la política es la guerra sin sangre”?
El engaño, en la guerra y en la política, tiene un ejemplo perfecto en el Caballo de Troya. Cuando se obtiene una victoria poco satisfactoria y costosa, se le llama una victoria “pírrica” , por el infausto general griego Pirro. Y la expresión “War Room” es utilizada hoy hasta en elecciones gremiales.
Para Winston Churchill, una diferencia importante entre guerra y política es que en la guerra sólo te pueden matar una vez, en la política puedes morir muchas veces.
Sin duda alguna de quien debe haber aprendido más Chávez es de su maestro en el arte de mantener el poder, Fidel Castro (quien lo aprendió a su vez de Joseph Stalin). Para ellos no hay idea, mensaje, metáfora o narrativa que no sea utilizable si sirve para el fin supremo: mantenerse en el poder, un fin que justifica cualquier crimen. Es por ello que la unidad opositora debe estar supremamente alerta ante los evidentes desarrollos que se están dando por el creciente deterioro de la salud del tirano, y que parecieran estar generando tentaciones golpistas dentro de sus cohortes civil y militar. Una metáfora que le queda bien al desgobierno chavo-fascista, en su vergonzosa relación con la gerontocracia cubana, es la de “gobierno títere.”
LA DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN
Mientras, la oposición ha reiterado que su posición es sólida e inconmovible: la defensa de la constitución nacional.
El talante democrático opositor no genera dudas en ninguna parte, en especial en la opinión pública internacional atenta a los vaivenes criollos y a la acelerada decadencia de la salud presidencial.
Defender la constitución significa no aceptar los escenarios de incitación a la violencia, a la generación por parte de los narco-generales de un “estado de excepción” que intenten usar para su salvación.
Defender la constitución implica que toda la corrupta institucionalidad chavista, hoy cada vez más sumida en la hoguera de sus pasadas vanidades, entienda que el futuro de la nación sólo pasa por la realización de las elecciones de octubre, y el respeto sin condiciones de su resultado.
Defender la constitución es asumir que la política no es sólo conflicto. Significa, en una real democracia, cooperación, compromiso, negociación, deliberación.
Todos nos conocemos en Venezuela, y en octubre el pueblo venezolano, harto de tanta incompetencia, odio y traición al país, sabrá distinguir los demócratas de los traidores, los políticos de los verdugos.
Porque, también decía Churchill, la guerra, disfrazada como se quiera, no es sino un asunto sucio y burdo, al que sólo un tonto se comprometería, y porque las metáforas de la oposición, como la construcción de unidad, o la del autobús del cambio, apuntan a un futuro viaje promisorio, y de verdadero reencuentro nacional.


NOTA DE LB:



La metáfora luce pertinente. No obstante, al elegir la celebérrima gráfica del desembarco de Douglas MacArthur,  sabemos de los riesgos de interpretación que van desde el no menos famoso "!vólveremos!" hasta llegar al deseo de una invasión imperialista, pasando por el montaje de un espectáculo opositor. En todo caso, Marcos es muy claro y la ilustración es - apenas - un complemento dispensable.


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