sábado, 5 de mayo de 2012

O COMO VAYA VINIENDO ...

EL NACIONAL - Domingo 22 de Abril de 2012     Opinión/9
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Caminante, sí hay camino
RIGOBERTO LANZ  
"De lo que no se puede hablar, mejor es callarse".
Ludwig Wittgenstein: Tractatus Logico-Philosophicus, p. 203

La imagen poética de Machado ("Caminante, no hay camino...") tiene la fuerza creadora de la voluntad, la apuesta por la invención y el desafío a lo establecido. Desde luego es una evocación poética y no una instrucción de autoayuda.

Por ello hay que devolver la película y situar bien los términos del problema: ¿cuál es el papel de las ideas en el direccionamiento de la vida de la gente? ¿Los criterios de realidad dominantes son acaso "neutros" respecto a lo que hacen y dejan de hacer las personas? En la antípoda, el imaginario judeocristiano de un "destino" en el que el guión de la vida ya está escrito, funciona comúnmente como un referente para dar sentido a tantos sobresaltos que nos depara la existencia.

Pero sigue abierta la cuestión de valorar hasta dónde el curso largo de una experiencia vital está fuertemente impactado por ideales, por visiones del mundo, por mentalidades, por maneras de concebir la propia realidad.

No se trata, por supuesto, del mecanicismo causalista de querer explicar cada detalle de la experiencia individual por la pertenencia a una clase social, a una religión o a una cultura.

Esos contextos no pueden colocarse como "causa" del bienestar espiritual de una persona o de su bancarrota económica, por ejemplo. Pero tampoco se pueden ignorar, como si la vida misma fuera una fatalidad que transcurre en cualquier tiempo o lugar comandada secretamente por fuerzas misteriosas. Lo que hay en verdad es una complejísima combinación de los azares de la cotidianidad (una infinita bifurcación de posibilidades) con ejes estructuradores de la experiencia que funcionan como el límite de esas posibilidades (nadie decide caprichosamente amanecer un día millonario, al día siguiente miserable, y así sucesivamente).

Variando muchísimo de una persona a otra, incluso en el seno de una misma sociedad, parece claro que el "paquete" cognitivo-ético-estético con el que cada quien está equipado influye poderosamente en las orientaciones gruesas de los trayectos existenciales, en la dirección que toman los modos de vida, en las elecciones que no están gobernadas por "fuerzas mayores" o por las carambolas de la cochina realidad.

Hay horizontes valóricos que marcan --a veces brutalmente-- lo que son las personas, lo que resume sus prácticas y discursos, lo que perfila una cierta ruta existencial (siempre vivida irreductiblemente como mismidad intransferible). Es justamente a esos marcos normativos a los que se refiere este acento en los límites que tiene el despliegue de la voluntad.

"El que quiere, puede". Sí, pero no. Este dicho popular pone el énfasis en la fuerza de la voluntad, en la pujanza y el espíritu altanero. Pero no se lo crea tan literalmente (sobremanera, porque puede llevarse grandes decepciones).

Nadie inventa desde cero su ruta existencial. Nadie "escoge" libremente un modo de vida. Al lado de los condicionantes sociológicos estructurales que coloca un techo a las aspiraciones individuales, tenemos también una pesada carga cultural de la que no es tan fácil desprenderse. Los individuos terminan moldeados en gran parte de lo que creen que son, de lo que creen que "eligen", de lo que creen que hablan (los individuos no hablan, son "hablados", decía Michel Foucault).

De allí, entonces, el estrecho margen que va quedando para que la voluntad individual se abra camino con un mínimo de autenticidad. La extrema relativización de lo bueno, lo bello y lo verdadero (posmodernidad mediante) hace mucho más escabroso el ejercicio de despejar lo que quiero y lo que puedo.

Las prácticas no son ciegas, lo que la gente hace y deja de hacer está demasiado preñado de predeterminaciones que él mismo no maneja (ni conoce).

No hay ninguna fatalidad que me condene a priori. Pero tampoco tengo un universo ilimitado para hacer "lo que me dé la gana". Ya sería bastante con una modesta brújula que le ayude a discernir cuál es el norte cuando usted quiere ir al sur. Mejor si lo puede compartir placenteramente con un montón de gente que la pasa bien.

Tal vez no sean "caminos", sino rumbos.


Fotografía: Vanessa Díaz (Facebook)

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