viernes, 9 de marzo de 2012

LA BIGOTURA SOBREVENIDA


EL NACIONAL - Viernes 09 de Marzo de 2012 Opinión/7
Betancourt y Vallenilla
EDUARDO MAYOBRE

Por un trabajo que adelanto, releo en paralelo los libros Venezuela, política y petróleo de Rómulo Betancourt y Escrito de memoria de Laureano Vallenilla Lanz.

Se trata de los comentarios sobre el acontecer político nacional de dos protagonistas fundamentales en el devenir del país en las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, y algo más, del siglo pasado. El primero como jefe del principal partido político y presidente de la República en dos oportunidades, y el segundo como cerebro gris de la década militar de 1948-1958. Ambos, cultos y leídos, nos presentan testimonio de una época de la que el analfabetismo de los militares de entonces dejó pocos registros.

El primer contraste que encuentro consiste en que Vallenilla era de origen aristocrático, hijo del teórico de la dictadura de Juan Vicente Gómez, y Betancourt, hijo de inmigrante, oriundo de Guatire, para entonces un pueblo de menor importancia. Ambos eran civiles y en su vida política fue decisiva su relación con los militares. Betancourt llegó por primera vez al poder gracias a ellos, pero su partido fue derrocado e ilegalizado por los mismos hombres de armas que lo habían encumbrado. Vallenilla siempre se cobijó a la sombra de las charreteras. Sólo confiaba en ellas, porque consideraba que el pueblo venezolano no estaba preparado para vivir en democracia.

En Escrito de memoria, Laureanito, como era conocido, cuenta un diálogo que sostuvo en 1946 con el teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, para entonces miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno que presidía Betancourt. Ante la actitud decididamente contraria a los adecos de Vallenilla, le dice: ­El ejército no va a prescindir de Acción Democrática. Rómulo es el alma de la revolución. Nos trajo al pueblo. Un movimiento exclusivamente militar habría fracasado.

Y agrega: ­Un golpe sin color social no se concibe en nuestros tiempos. Se requiere del apoyo de las masas y Rómulo Betancourt cuenta con ellas.

Dos años más tarde, como el apoyo de las masas resultaba menos decisivo, los militares tomaron el poder y establecieron por primera vez en la historia de Venezuela una Junta de Gobierno Militar que basaba su legitimidad en la voluntad institucional de las Fuerzas Armadas. La presidió Carlos Delgado Chalbaud hasta que fue asesinado en 1950 y los militares que despreciaban a las masas se hicieron del gobierno.

En 1952, tras perder las elecciones que habían convocado, dan un golpe de Estado inspirado por Vallenilla Lanz. El coronel Pérez Jiménez es elevado a presidente provisorio y luego investido como presidente constitucional por un Congreso fraudulento. Cinco años más tarde, como todo dictador, intenta reelegirse. Las mismas Fuerzas Armadas y una reacción popular se lo impiden. Laureano Vallenilla había inventado un plebiscito para asegurar la continuidad del para entonces general en el poder, pero en esa oportunidad el engaño había sido excesivo. El militarismo, que había dominado la historia de Venezuela durante toda la primera mitad del siglo XX, que había edificado el Círculo Militar para solaz de sus oficiales y había construido una inmensa avenida para hacer sus desfiles, como el del pasado 4 de febrero, mientras el resto del país transitaba por caminos de tierra, había perdido la partida. Antes de desaparecer intentó todo tipo de actos de fuerza, de izquierda y de derecha, que dificultaron la implantación de la democracia en el país.

Pero quien tiene a mano una metralleta no descansa. Cuatro décadas después el jefe de los paracaidistas se dijo que había llegado su hora y reivindicó el papel político de los militares que en su época había defendido con pasión Laureano Vallenilla Lanz, el cual después de haber perdido las elecciones de 1952 dijo, según él mismo cuenta: "La fórmula civil, la solución jurídica, es fácil fabricarla cuando se cuenta con el respaldo de los machetes".

Dos civiles distintos entre sí tuvieron aproximaciones diferentes hacia los militares. Mientras Betancourt intentó que cumplieran con sus funciones institucionales, Vallenilla Lanz los estimuló para que definieran un Nuevo Ideal Nacional e impusieran al resto de la nación cuál era el camino a recorrer.

Cuarenta años después de haberse establecido un régimen civil democrático llega al poder un militar alzado. Lo intentó por la vía de las armas pero no tuvo la eficiencia necesaria y lo logró por medio de los votos, gracias a consejos de civiles parangonables con Vallenilla Lanz. Intentó perpetuarse por todos los medios a su alcance. Lo mismo que pretendió Laureano Vallenilla en 1957, no le resultó, y determinó que dejara de ser el favorito del líder militar, quien pocos días después huiría del país en forma vergonzante. Así se renovó la democracia en Venezuela y así se renovará próximamente.

Ilustración: Ugo



NOTA LB:

Habría que chequear si "Laureanito" lució una delgadez y una bigotura como la reseñada por Ugo, quien seguramente se confundió con Laureaño, el padre. Digamos, avatares del diario periodismo de ilustración. Nada condenable. Esperamos por el trabajo del autor del artículo.

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