EL NACIONAL - Jueves 18 de Agosto de 2011 Opinión/6
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Enfermedad y mito
FRANCISCO RODRÍGUEZ*
Es imposible que el dolor, la enfermedad y la muerte no ronden los predios del mito y los imaginarios fantasmagóricos en cualquier sociedad y en cualquier situación. Puesto que la existencia y la identidad del yo se ven siempre fuertemente amenazados por el dolor y la enfermedad como procesos castrantes, es por lo que se hace necesario acudir a instancias de interpretación y resolución de estos eventos que tocan los planos de lo irracional.
De esta manera el caos que simbolizan la enfermedad y el dolor con su consiguiente amenaza de muerte, queda conjurado. Sobre todo cuando se trata de personas que están revestidos de un cierto halo heroico, que trascienden las fronteras del hombre común de carne y hueso.
Esto se resuelve finalmente en la clásica y eterna lucha del bien contra el mal que caracteriza las tensiones y los miedos ancestrales en cualquier sociedad. Por lo demás, esta narrativa está representada en el caso de muchos personajes relevantes en la historia de la humanidad; Jesús de Nazareth es el paradigma. En América Latina, territorio natural de lo mítico y lo simbólico, podemos mencionar a Bolívar, Eva perón, etc. En este último caso por su envoltura fuertemente populista, el delirio de las masas de "descamisados" cada vez que Evita salía al balcón del pueblo era algo apoteósico y melodramático. Más bien una experiencia de tipo mística-mágico-religiosa que convertía a una personalidad carismática en un objeto de deseo libidinal por parte de las masas. Nada extraño en tierras latinoamericanas en donde la política suele convivir con lo mágico-religioso.
En el caso del Presidente y el advenimiento de manera sorpresiva de una enfermedad grave que lo ha conducido a procesos de hospitalización, cirugía y convalecencia, es inevitable la alegoría-alusión a Jesús condenado, muerto y sepultado para luego resucitar al tercer día. Es inevitable porque ya está en el inconsciente colectivo de la gente, el arquetipo del héroe sacrificado y por tanto el desenvolvimiento de la función mítica en estos casos. Sobre todo en una personalidad carismática que encarna un liderazgo fuertemente adversado como el del Presidente.
Se trata de un actor que se desenvuelve en los predios del mito. Todos asistimos, poco después del 4 de febrero de 1992, a un proceso del "nacimiento del héroe". Más cercano a la imagen de Evita Perón y por tanto a la imago de la madre que a una imagen masculina o imago del padre en el contexto de una sociedad matricéntrica. Esto forma parte de nuestra cultura cristiana que promueve el sacrificio y la muerte como una forma de regeneración simbólica de los tiempos que debe conducir al renacimiento de la vida: la resurrección. Y son esas mismas masas de irredentos los que fabrican a sus propios héroes y mitos como una forma de contraponerlos al embate de las fuerzas malignas que pugnan por destruir a los seres más débiles.
En algunos casos el mito no cumple exclusivamente una función ideológica-alienante sino que puede funcionar como un dispositivo disparador de procesos de cambio, de catálisis social. Me parece que este es el caso del Presidente y toda su parafernalia de la "puesta en escena" de su persona y sus dispositivos discursivos.
El secreto garantizado por el misterio y la incertidumbre alrededor de la enfermedad del Presidente, el alejamientodestierro del héroe que nos recuerda a Edipo rey en la tragedia de Sófocles, el silencio del héroe que simboliza su muerte, el refugio bajo el manto protector del padre todopoderoso y finalmente, el regreso triunfal, la resurrección.
El mito del "eterno retorno" que simboliza la regeneración de los tiempos, lo cual nos dice que a pesar de los cambios y del carácter histórico de estos, de alguna manera todo permanece igual. Así se configura el mito y más que algo premeditado y de un manejo consciente de la situación, estos procesos responden a la conjugación de eventos, personajes, situaciones e imaginarios que anidan en el inconsciente colectivo de una sociedad extremadamente compleja como la nuestra.
(*) UDO/Bolívar
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