domingo, 8 de mayo de 2011

SOCIOLOGÍA DE AMBAS MANOS


EL NACIONAL - Domingo 17 de Abril de 2011 Opinión/8
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Sociología de la derecha
RIGOBERTO LANZ

"Hay verdades tales que son las cabeza mediocres las que mejor las perciben, pues son las más conformes a ellas; hay verdades tales que sólo poseen atractivos y fuerzas de seducción para espíritus mediocres...".
F. Nietzsche: Más allá del bien y del mal. P. 209

En otros lugares he comentado la curiosidad venezolana de una derecha que tiene vergüenza de su condición.

En Europa, la derecha se asume derecha sin ningún rollo.

Entre nosotros la derecha rehúye esa identidad como si se tratara de un insulto. Éste pareciera un asunto anecdótico que sólo interesa a las páginas sociales de la prensa dominical; pero tiene un trasfondo sospechoso que conviene explorar. Veamos.

El primer subterfugio con el que se suele torear este asunto es con el cuento de que "derecha" e "izquierda" ya no existen. Los aludidos ponen cara de sobrados y lanzan las típicas letanías de la ignorancia ilustrada: "Son términos del pasado", "eso está superado" (este es el momento en el que usted mira discretamente el cuadro de la Mona Lisa y le susurra algo así: "O sea... superado como la noción de pintura... o sea"). Claro que hay unas derechas y unas izquierdas, independientemente de los criterios cambiantes y relativos con los que cada quien se maneja para hacer estas caracterizaciones. Las derechas están allí. Más visibles en el terreno político-ideológico, más brumosas en el campo estético o astronómico.

El segmento más retrógrado del conservadurismo vernáculo está representado por la derecha histérica: síndrome deplorable de ignorancia enciclopédica, odio biliar, arrebatos convulsivos y nulidad radical sobre cualquier noción de la política. Este fenómeno no es tanto una fracción del conservadurismo reinante, sino una enfermedad (eso que se ha llamado por allí con el término de "disociación psicótica"). Semejante perturbación se produce sobremanera en algunos sectores medios bastante precarios en su densidad ético-intelectual, que nunca se interesaron por el espacio público y que de repente se encuentran en el torbellino de la política sin entender en absoluto de qué se trata (salvo el potente resorte psicológico del odio y el desprecio).

La fracción ilustrada de la derecha que se interesa por la acción política es muy exigua en Venezuela. Los operadores visibles que hacen vida en aparatos diversos son una calamidad. Los niveles del discurso político que se propaga desde estos tendederos son una espantosa mezcla de anacronismos, cursilerías y acomodos rupestres del sentido común dominante. Cuesta mucho entresacar de estos tremedales aquellas vocerías que estén dotadas de cualidades y competencias de carácter éticas e intelectuales que inspiren algún respeto y consideración.

La derecha europea, por ejemplo, ha contado desde siempre con referentes intelectuales de primer orden (no hablo, desde luego, de especímenes tan grises y contrahechos como Sarkozy, Berlusconi o Rajoy). Ello tiene una clara incidencia en el nivel del discurso político, en una cierta densidad del debate público, en la calidad del diálogo democrático entre gente diferente. ¿Por qué en Venezuela es tan elemental el discurso de la derecha? No estamos pretendiendo que al señor Enrique Mendoza se le compare con André Malraux, ni que el filósofo Manuel Rosales sea lo mismo que Raymond Aron o que María Corina Machado sea un clon de Simone de Bovoir. No nos pongamos tan exquisitos.

La devaluación del discurso político tiene bastante parecido con la degradación de la figura del artista. Esa patética perversión que se ha establecido entre reinas de belleza y estrellas de la actuación es sólo posible en una subcultura de la banalidad que ha rebasado todo los límites. Va parejo con esa otra perversión del espacio público en la que el protagonismo no tiene nada que ver con virtudes éticas, capacidades intelectuales o talentos para la conducción de procesos colectivos.

Tal vez la derecha reniega de su identidad porque no se reconoce en las grandes tradiciones del pensamiento liberal, es decir, porque ni siquiera está enterada de su existencia.

Sabemos que ya la Ilustración pasó. Vivimos tiempos posmodernos, ¿podrían enterarse, al menos?


EL NACIONAL - Domingo 24 de Abril de 2011 Opinión/8
ATres Manos
Miradas múltiples para el diálogo
Sociología de la izquierda
RIGOBERTO LANZ

"Escúchame Pobre mundo, insoportable mundo Es demasiado, tú has caído demasiado bajo Tú eres demasiado gris, demasiado pesado Abominable mundo".
Jacques Brel: Oeuvre inte- grale, p. 17

La izquierda a escala mundial (con su variedad de matices y sus historias singulares) padece dos tipos de problemas que le son comunes: uno, la propensión curiosísima de cultivar la ignorancia como si fuese una virtud cívica. Otra, el progresivo abandono ­doloroso o indoloro­ de cualquier referencia a los cambios revolucionarios de la sociedad. Este abandono puede llegar hasta el límite de borrar los nombres de partidos y grupos que resultan publicitariamente inconvenientes (como cierta izquierda italiana) o mantener alguna referencia nominal al "socialismo" sin ninguna remota alusión a cambios radicales o cosas parecidas (como cierta izquierda española). Este tipo de problemas está asociado a la crisis generalizada de los viejos paradigmas ideológicos, al desvanecimiento de la voluntad fundada en proyectos, al fracaso del socialismo burocrático de tipo soviético y, más ampliamente, al colapso civilizacional de la Modernidad.

La izquierda latinoamericana padece esos mismos problemas... pero agravados. Por estos lares llevamos siglos de una subordinación cultural que sirve de trasfondo a toda la constelación de dependencias coloniales que no dejan mucho margen para originalidades intelectuales o para elaboraciones socio-políticas endógenas. El marxismo que se cultivó en esta región, por ejemplo, fue históricamente una calamidad (las excepciones confirman la regla).

Con esa escatología "marxista" como ideología los partidos comunistas en Latinoamérica nunca representaron un peligro real de revolución.

La izquierda guerrillera intentó otro camino, pensó esta realidad con otra caja de herramientas y puso por delante una pasión política llevada hasta el límite. Desde los ejercicios difusos de una "liberación nacional" bastante sospechosa, hasta el foquismo ultraizquierdista de muchos movimientos armados, esta izquierda radical no pudo cuajar una opción teórica autónoma ni una experiencia política exitosa.

En Venezuela la vieja izquierda arrastra esos mismos problemas... pero aún más agravados.

Los niveles del discurso político de la izquierda pro soviética son de un patetismo muy impactante. Desde este polo de la izquierda tradicional no podía esperarse ningún aporte epistemológico a la debacle del marxismo europeo. Una mezcla letal de aparato dogmático y arrogante con una oceánica ignorancia de cualquier problema teórico trascendente fue suficiente para que el siglo XX transcurriera en Venezuela con una radical intrascendencia de ese "marxismo soviético" vehiculado por los camaradas.

La izquierda de salón representada para la época por agrupaciones como el MAS podría ser fácilmente valorada observando lo que ocurre hoy con sus restos, es decir, con esa caricatura rupestre de una cosa como Podemos o con el destino poco glorioso de su mentor principal en las peripecias de Tal Cual. (Este es el momento en el que usted observa fijamente el cuadro de la Mona Lisa y le murmura algo así: "O sea... ¿para ser un tipo de derecha hay que dar todas estas vueltas? O sea...).

En el mundo, en Latinoamérica y en Venezuela ha existido en todo este trayecto una franja de la izquierda asociada al cultivo del pensamiento crítico, a la resistencia frente a los aparatos estalinistas, a la búsqueda de otros caminos para pensar un proyecto emancipatorio. Esta izquierda maldita ha sido siempre un polo de confrontación contra el discurso oficial de partidos y fracciones que hablan siempre en nombre de "la revolución". Desde estas trincheras se han desarrollado importantes aportes teóricos de cara a una agenda de problemas que no están marcados por la premura de aparatos electorales o por las conveniencias de las fracciones en el poder. Esta agenda ha estado siempre abierta y por ella circulan los más agudos problemas del marxismo, de la izquierda o de la revolución misma.

Han existido siempre varias izquierdas, ¿qué tienen en común y qué las diferencian? He allí la clave para saber por dónde van los tiros.

Fotografía: tomada de la red, escena de un desfile militar en Los Próceres, Caracas.

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