lunes, 2 de mayo de 2011

G & G (REPOSICIÓN)


Gramsci, Italia y Venezuela
Luis Barragán


Conocido desde una temprana edad, Jorge Giordani publicó un emotivo repertorio de notas relacionadas con el – ciertamente – heroico político y filósofo italiano: “Gramsci, Italia y Venezuela (Apuntes e impresiones)” [1]. De una redacción a veces confusa, etérea, insegura o meramente retórica, comprensible en el funcionario de gobierno que fue y – pacientemente – esperó volver, armado políticamente de su mejor cautela, la obra constituye un buen aporte, en medio de la estridencia y oquedad del debate nacional.

Prontamente desea convencernos de una transición iniciada por 2006, cuya fase actual habla de una recuperación del crecimiento económico, estabilidad política, mejor inserción del país en el concierto internacional: “paz interna legitimada por los procesos democráticos seguidos en concordancia con la Constitución”, camino hacia una “economía productiva programada” [1: 27, 36, 42, 122]. Versión idílica e hidrogenada que puede flotar con facilidad entre los partidarios del régimen, merecedora de una encendida polémica si hubiese un fiable ambiente parlamentario y una mayor profundidad de la opinión pública.

Líder del gabinete ejecutivo, importa un par de reconocimientos: el de hallarnos en un “proceso constituyente en curso”, al compás de un “socialismo indeterminado” [1: 36, 97]. Más o menos una infidencia de quien forma parte – quizá indeseada – del grisáceo paisaje ministerial, pugna por un “liderazgo colectivo que intenta superar el yo por el nosotros” [1: 55], olvidando a quien lo preside o deslizando la crítica, con algo de habilidad.

Una constante, el señalamiento del golpe de Estado y sabotaje petrolero de 2002, con el concurso del fascismo nacional e internacional, exalta la democracia participativa y protagónica, dejando de lado la derrota del proyecto de reforma constitucional y las circunstancias en las que fue aprobado el Plan de Desarrollo Económico y Social, extendido hasta 2013. Asegura como un atrevimiento o exageración tomar al sardo para ventilar una realidad “extraña y lejana” [1: 112, 131], siéndolo – por ejemplo – cuando no aterroriza en el análisis concreto del “aparente fracaso de la utopía comunista” [1: 190], nostálgico de lo que significó el PCI; la crisis que se nos antoja más coyuntural que orgánica de la hegemonía, por la existencia y pasión del rentismo anomizador venezolano; la misión y dirección política y ética del proletariado, demás imposible cuando se le quiere interponer el aparato estalinista y corporativo de los consejos de trabajadores; la naturaleza adquirida por el Estado, lesionado irónicamente por el ultraestatismo en pie; o el partido estelar y los subsidiarios del gobierno, amén de los llamados colectivos.

Acotemos que, tratándose de un mismo expediente, puede interrogársele también por las imputaciones que hace al pasado, ejemplificado con la desnacionalización, la insensibilidad ante las (protestas y) explosiones sociales, el empeoramiento de las condiciones de vida, la acumulación de riquezas en el exterior, el endeudamiento y – nos permitimos – la misma reseña que hace del congreso inaugural del PSUV en la sede histórica y tan bien conocida del cuartel San Carlos [1: 29 s., 31, 33, 36, 43 s.], mientras la disidencia aún más modesta hoy es remitida a compartir la vida diaria con la más peligrosa delincuencia común. Sumemos otra observación contrastante: “Las revoluciones en Gramsci no eran golpes de fuerza, sino que resultaba de la acumulación de un patrimonio intelectual que rompiese con la ‘espontaneidad’ de las masas…” [1: 118].

Propios y extraños están, literalmente, en el deber de leer a Giordani, quien – por lo menos – cuenta con la preocupación de escribir sobre un proceso – disculpen – evidente y convenientemente indefinido. Independientemente de las diferencias políticas e ideológicas, es un referente serio

APUNTES CAUTELOSOS

Señalamos la importancia del viejo, sobrio y modesto luchador. Y no sólo porque ha ocupado el decisivo despacho de Planificación por ocho de los diez años que lleva el régimen, sino por el empeño de consignar sus observaciones y, en lo posible, impartir las orientaciones ideológicas que cree necesarias en la compleja intimidad del poder; de rendir testimonio de sus ejecutorias, reservados los datos a los que privilegiadamente accede, solapados o ausentes en la Memoria y Cuenta ministerial; o de salvar su propia responsabilidad histórica, permitiéndose una crítica velada a la gestión gubernamental [2].

Regresa al gabinete, finalizando febrero de 2009, a objeto de ejercer un liderazgo en el área económica que no alcanzaron Felipe Pérez y su prédica ética, ni Haiman El Troudi y sus específicas iniciativas socialistas. Calificado de ermitaño, al abandonar la cartera el año anterior [3], le corresponderá afrontar problemas muy concretos, como el de la inflación, dejando a buen resguardo las delicadas o comprometedoras reflexiones que son, en última instancia, las del poder que irremediablemente se ejercita.

Giordani ofrece un conjunto de impresiones gramscianas, puntos particulares de vista en torno al sardo que consigna cuidadosamente fechados, aunque no logramos relacionar las “afirmaciones no controladas”, aproximaciones, enunciados o temas no desarrollados [1: 23, 48 s.], con los inmediatos acontecimientos políticos que pudieron inspirarlos. Por ejemplo, una de las noticias más significativa que hallamos en la glosa del 16 de Enero de 2008 [A: 48 s.], fue la visita de Chávez Frías a La Habana, en la que indicó que “Fidel apunta a la madre de la crisis: la crisis del buen sentido político donde se toman las decisiones” [4]: intento infructuoso, excepto la correlación sea lo más abstracta posible en una obra que es, predominantemente, fruto de la visita a la península itálica. Empero, ella está teñida de la angustia teórica del antiquísimo militante.

En efecto, la exigencia es la de indagar, descubrir y compartir un proyecto que el poder no tiene, a menos que aceptemos muy post-moderna o improvisadamente que cualquier cosa lo es. En los rieles del marxismo básico de la actual dirección del Estado, gramsciano romántico que también pugna por aprovechar la irrepetible oportunidad que brinda el liderazgo presidencial, no desea forzar los supuestos de validez universal con el análisis de ciertas cifras e informaciones, aunque permitan “mejores explicaciones de los que queremos” [1: 25 ss.].

Resaltando la búsqueda y elaboración afanosa de una teoría revolucionaria a partir de una específica praxis, como la realización histórica de una voluntad racional y colectiva, en Gramsci, insiste Giordani en el estímulo del debate “útil para la acción práctica” [1: 76 s., 112, 115]. No obstante, proclamada una revolución, escasamente encontramos la racionalidad, coherencia y profundidad esperada, en propios y extraños, habida cuenta – por una parte – de la dudosa e interesada calidad de la discusión política en Venezuela, como – por otra – de la subyacente y – a veces - vacilante contraposición entre Lenin y Gramsci [5].

Hay cautela en Giordani, porque la hondura de una controversia teórica o ideológica, compromete en exceso a oficialistas - y opositores - que, quizá involuntariamente, dibujando el trance de un autoritarismo de nuevo cuño, tiene en la ligereza utilitaria una de las claves del régimen. Es decir, la imposibilidad de abandonar las labores ministeriales para asumir la posible vastedad de una elaboración teórica de éxito muy incierto, guarda cabal correspondencia con un gobierno que se ha hecho de simples enunciados, sustentado más por las emociones que bien administra, que por la precisa claridad y naturaleza de sus definitivos propósitos.

CARACTERIZACION Y CAMBIO

Giordani insiste en la herencia recibida: una “democracia representativa y clientelar”, “modelo político clientelar”, “clientelismo político de tipo distributivo de la renta petrolera”, “gobierno corporativo”, “Estado rentista y clientelar” [1: 25, 29, 37, 38, 121]. Sufrida una crisis de legitimación del Estado, obviamente que las características señaladas obligan a una pronta devolución al presente para adivinar otra crisis similar.

El cambio parte de dos premisas constantes en sus reflexiones, tomadas de István Mészáros y Asdrúbal Baptista. Por una parte, referida a la lógica del metabolismo social del capital, asistimos a una debacle estructural que abanica las contradicciones del capital transnacional y los Estados Nacionales, como del medio ambiente, la liberación de la mujer y el desempleo crónico, apostando por una sociedad fundada en una nueva lógica del trabajo; y, por otra, la que versa en torno al colapso del capitalismo rentístico venezolano, basado en la renta captada y no producida, sintetizada por la fórmula de a mayor rentismo, mayor incapacidad económica para crecer y desarrollarse sostenidamente [1: 27-31, 113 ss.]. Empero, nos permitimos dos acotaciones inmediatas.

Respecto al capitalismo, ciertamente padece una crisis de grandes dimensiones que en el fondo igualmente apunta a la del Estado de Bienestar, sin que pueda obviarse con facilidad la del llamado socialismo real que obedeció a la pérdida o extravío de la noción misma de mercado, cuya reivindicación ofrece otros y agigantados retos en el marco de la inevitable globalización. Mucho tememos que el problema no pueda despacharse con una facilidad estridente, semejante al anuncio del colapso o crisis terminal del capitalismo en los años treinta, bajo los auspicios de una mera propaganda anti-imperialista, capaz de caricaturizar las contradicciones abanicadas cuando da alcances a potencias emergentes como India y la emblemática China [1: 28].

Sobre el capitalismo rentístico venezolano, realizado por el proyecto reformista posterior a 1958 que subsistió gracias a los recursos provenientes del petróleo [1: 37], luce evidente la sustitución por un socialismo rentístico, en virtud de su principal medio de subsistencia a lo largo de diez años, incluyendo lo que podemos llamar una política sustitutiva de exportaciones, aunque se hable de una “economía productiva programada” [1: 122]. Tratado en anterior ocasión por el hombre de gobierno que inevitablemente es, el problema tiende a agravarse por la confusión conceptual que ya genera [6], contentándose con sentenciar: “… el país productivo más allá de la renta aún se refugia en mecanismos que provienen del estamento estatal” [1:121].

Tratamos de un socialismo que es fiel reflejo de la sociedad rentista que somos, no cuestionada por Giordani, por lo menos, con la sinceridad y disposición que invirtió Gramsci para abordar las manifestaciones de la cultura italiana promedio, como la pereza fatalista, la improvisación, el “talentismo”, el diletantismo fantasioso, la indisciplina intelectual, la irresponsabilidad y la deslealtad moral [7: 296]. Necesaria revisión al invocarlo, parece importante actualizar ideas como la del burgués agotado, “rama seca en el campo de la producción”, prescindible frente al “altísimo grado de autonomía” del proletario: optimista, Gramsci disertaba en torno a la crisis extrema del capitalismo que imponía un nuevo modo para recuperar la producción [7: 70, 72, 113], por lo que el socialismo venezolano tiene la tarea pendiente de demostrar su superioridad en términos de producción, productividad, eficacia y elevación de las condiciones de vida.

Y es que, a contrapelo de lo expresado por Giordani, no emerge una clase dirigente capaz de desarrollar o de esbozar el desarrollo de las fuerzas productivas para atender las necesidades de la población; la propaganda y la publicidad resultan sustitutivas de la esperada consciencia social, presente y perseverante en la lucha; y deslucen los partidos oficialistas como instancias aptas para cabalgar un nuevo bloque histórico [1:116 s.]. De modo que las contradicciones obedecen a las del propio régimen, el cual no sobreviviría con un uso preciso del bisturí gramsciano.

El ministro hoy nuevamente en funciones, comenta con tino que el PSUV ha dejado de lado la discusión a fondo de sus propuestas ideológicas y programáticas, debido a las circunstancias electorales. Apela a la vieja y genérica alianza de los obreros, campesinos e intelectuales que, en un favorable contexto internacional, abrirán las puertas gramscianas a una revolución civil (SIC), promotora de una nueva cultura socialista y masiva difusora de una ética laica y autónoma [1: 119 ss., 132].

No sabemos de un estudio actualizado y pormenorizado de las clases sociales en Venezuela y de las que particularmente puedan afrontar la construcción del socialismo planteado, salvo se trate objetivamente de los sectores castrenses, representativos de la mesocracia, y del lumpemproletariado que lo ha ilustrado. Con Gramsci, nos enteramos que la burguesía mercantil o rentista agotó su función, desintegrado su bloque, pero tiende rápidamente a recomponerse pasando del consenso espontáneo que suscitó a otro, impuesto por la violencia [7: 488], si se nos permite tan libérrima interpretación de lo que está ocurriendo en Venezuela, frente a una sociedad civil cada vez más desarticulada, reprimida la complejidad y pluralidad que nos caracteriza mediante el puro dominio del Estado: ¿qué hacer con aquello de “la crisis revolucionaria se manifiesta como crisis de hegemonía, cuando dominación y dirección se encuentran disociadas” [7: 44]?.

GIORDANI O EL OPTIMISMO BIZANTINO

Doble indagación, la del autor que intenta un proyecto público, coherente y devoto para el gobierno, y la nuestra que pretende descubrirlo expresamente, a fin de hallar una mayor sensatez del poder que se despliega, el cual – nos parece – concita la lealtad o devoción únicamente de talante presupuestaria. Nos permitiremos lo más concisamente posible, ventilar algunos aspectos como el de la hegemonía, bloque histórico y partido, para tratar luego el harto decisivo de los consejos de fábrica.

Giordani correctamente asume la hegemonía como la generación de consenso que concibe y logra la dirección del proceso, constitutiva de una consciencia de cambio, traducida la capacidad de una clase social para impulsarla política, intelectual y moralmente, alcanzada aún antes de arribar al poder tras una crisis orgánica o estructural, antes que coyuntural o de reacomodo [1: 58 s., 63 s.]. Dijimos, falta un estudio fiable de las clases sociales en Venezuela, por lo que la formación objetiva de los sectores subalternos, la adhesión activa y pasiva a los partidos dominantes, el nacimiento de nuevos partidos y organizaciones, susceptibles de unificarse mediante el Estado, como aconsejaba estudiar Gramsci [7: 491 s.], merece una consideración más allá de lo intuido.

Por lo pronto, según el canon, habría que preguntarse cuál clase social es la propulsora de la novísima hegemonía y si no se trata de una crisis de reacomodación en la sociedad rentista, ganada más para el puro dominio o la escalada de violencia que la persuasión o captación de voluntades espontáneas. Mujica Ricardo observa que el término – hegemonía – se hace inexacto, tornadizo o variable [5:100 ss.], suponiendo – grosso modo - la elevación del nivel cultural y moral para la dirección y - obvia – resolución de los problemas de la producción, motivando el consenso activo de las clases subalternas, pero adivinamos que la polarización artificial, la doble moral del poder, el sicariato sindical o la anomia campante, añadida la configuración de sendos clanes burocrático-comerciales a la sombra del Estado o la forzada lealtad presupuestaria de los seguidores, no manifiestan precisamente el optimismo de Gramsci en torno a un profundo desarrollo de la sociedad civil.

Antes que bloque histórico, soportado organizacionalmente por los consejos de fábricas, portador de esa capacidad política e ideológica de dirección, asistimos a una alianza oportunista de sectores y grupos sociales en el intento de capturar la renta mediante una frente de partidos que, incluso, por más denostados que sean por el mismísimo mandatario nacional, se resisten a abandonarlo. Las propias maniobras parlamentarias, orientadas a la ventajosa y unilateral aprobación de la Ley Orgánica de Procesos Electorales, formalizados o fingidos los canales de participación, confirman la degenerada premisa [8].

El destino del país entero, “no puede ser delegado a ninguna autoridad constituida” [1: 54], refiere Giordani apremiado por la idea del liderazgo colectivo, aunque existe desconfianza hacia las manifestaciones espontáneas del pueble venezolano, protestatario aún en nombre del chavismo, adulterado el bloque histórico por el partido – Estado que procura ejercer su dominio (leninista) ante los que están llamados a ser, alcanzar y esgrimir la condición de dirigentes, según Gramsci. Y es que el partido o los consejos comunales, por citar otro ejemplo, no se ofrecen como novedosas experiencias e instituciones de las clases subalternas, precursoras del Estado proletario que “no se improvisa” [7: 59, 62], contrapuesto al burgés, sino como falsificación del bloque histórico.

Giordani acepta y asume discretamente al PSUV como el partido protagonista del proceso, intelectual orgánico, embrión del futuro Estado, vanguardia y escuela de militantes, aunque lo desea de una continuidad propia de los partidos en las sociedades modernas que trascienden a su miembros iniciales, prestos a la conquista y ejercicio del poder a fin de realizar una determinada doctrina política [1: 55, 70 s., 77, 115]. Anotación del día 13 de Marzo de 2008, mediante la cual evade las situaciones concretas que produjo la fundación del PSUV por el Presidente de la República, sin que quepa la deserción y el regreso de militantes al PPT, PCV y MEP, incluida la denuncia en torno a la inscripción de un supuesto narcotraficante en sus filas [9].

Desmedida aspiración protagónica de tomar en cuenta el historial del partido, así como el de su antecesor (MVR), sobrando los comentarios. Preferimos acotar sobre el absoluto sometimiento a su presidente que, no por casualidad es simultáneamente el jefe de Estado, en el marco de un palmario culto a la personalidad.

Frente al mito personalizado, el ministro se atreve a esgrimir la idea del liderazgo político colectivo [1: 84 s.]. La objeción de Gramsci, por 1924, no radicó en la personalización física de la función de mando, sino en la naturaleza de las relaciones de la jefatura con el partido de clase, enfocado en la experiencia del bochevique [7: 150 ss.], cuestión que sobrepasa la amable intención de unas apostillas conmemorativas.

La sola referencia del sardo al partido bolchevique, ligado a la clase obrera, fruto de una selección de décadas (luchas de facciones, debates, detenciones, etc.), pudo provocar un juicio políticamente indebido del PSUV, al que estimamos de naturaleza presupuestaria, temperamento burocrático, pasión fulanizadora. Conforme con el vistazo aéreo de Gramsci, presuntamente autolimitado, la resignación lo obliga al optimismo bizantino.

EL CIRCUITO RENTISTA

A nuestro parecer, esencial y didáctico, reconocida la importancia de la “teoría generada partir de una determinada práctica” [1: 113], subrayada la necesidad del genuino soporte institucional, expresión del poder directo de los trabajadores, epicentro formador de la voluntad colectiva, el consejo de fábrica nos remite a un “sistema de dominación coherente y funcional de la unidad decisional”, susceptible de llegar al campo militar, por cierto. Asociado a la primacía de las fuerzas productivas, a la regulación de la relación de clases sobre la base de la libertad política y – atención – descentralización administrativa [11: 91, ss., 107 s.], es de suponer la búsqueda de un equivalente venezolano a la instancia en la que Gramsci aspiró a la sustitución del taylorismo y fordismo.

Agreguemos que, a propósito de la militarización del trabajo de Trotsky, el sardo confió en la justeza de sus preocupaciones, pero las creyó una práctica equivocada y bonapartista, pues, hermosamente expresado, “los nuevos métodos de trabajo son inseparables de un determinado modo de vivir, de pensar y de sentir la vida” [17: 475]. Dimensión contraria al “estajanovismo” que no tuvo tiempo de conocer, típico de la industralización estalinista, puramente coactiva, con supresión de las garantías elementales de seguridad, afianzado por un heroísmo que tuvo un alto costo en vidas humanas, de acuerdo a Mujica Ricardo [5: 475].

Ahora bien, consabido el proceso de desindustrialización y desinversión de las últimas décadas en Venezuela, evidentemente que la célula fundamental de nuestro capitalismo rentístico no se halla en la fábrica, por lo que una transformación del sentido común ha de adivinar los componentes del circuito básico. Esto es, el del utilitarismo, clientelismo y reacomodo prebendario, indisciplinado y oportunista, en el que confluyen los asalariados y contratistas, como otros beneficiarios del Estado que monopoliza la divisa petrolera.

Entendamos como “aparatos” generadores de la hegemonía rentista a Pdvsa y al resto del Estado que lo usufructa, pero no subestimemos el impulso de la economía informal, como la creación y financiamiento por el poder central de los consejos comunales, ideológicamente “cementados” por el bolivarianismo en uso. Luego, soslayados los parámetros que no hablan precisamente del taylorismo y fordismo inalcanzados, hay motivaciones y conductas, métodos y vivencias que modificar: tras las distintas medidas de “nacionalización”, la tendencia de Chávez Frías es la de llamar al voluntarismo heroico de los venezolanos que, dato olvidado por Giordani, no se refleja exactamente en las inauditables empresas del Estado, las de producción social y las más modestas cooperativas.

Propósitos como el intensificar el mercado interno para cubrir las demandas crecientes de la población, abonando a la inmensa deuda social acumulada, generando condiciones para el posible “capitán de industria” (con “seguro energético”) o el desarrollo de la economía social [1: 96], naufragan con una prontitud aterradora. Libre de toda sospecha, calificado el proyecto como “castrocomunista”, el Padre Trigo bien ha retratado el fondo de manipulaciones de un régimen que ha despilfarrado oportunidades a pesar de la altísima concentración del poder y de los recursos con los que ha contado [11].

Las frecuentes referencias a Mészáros por Chávez Frías, sin duda alguna obedecen a la influencia proyectada por Giordani. Y, es de suponer, que puede sentirse una mayor de Gramsci, en el confuso cruce de autores presuntamente estudiados con la hondura esperada, aunque prevaleciente siempre una perspectiva guevarista de la revolución [12]. No obstante, inconsciente o involuntariamente, por ahora asistimos a una evolución de la “guerra de posiciones”, gramscianamente generalizada una situación, que puede concluir en una “guerra de movimientos”, leninistamente copado el poder definitivo.

Finalmente, encontrándonos en el curso de un socialismo “indeterminado”, luce pertinente citar a Mujica Ricardo: “¿El socialismo se define por el hecho de la supresión del mercado o podrá entenderse como el autogobierno de los trabajadores? ¿Podemos hablar de un socialismo pluralista, descentralizado y autogestionario? ¿Cómo podemos evitar la concentración del poder en la edificación del socialismo? ¿Cómo podemos eludir la corporeidad de un único sujeto que controle los recursos materiales y espirituales en la sociedad?” [5: 126].

Referencias:

[1] Giordani C., Jorge A. (2009) “Gramsci, Italia y Venezuela (Apuntes e impresiones)”, Vadell Hermanos, Valencia-Caracas.

[2] En una nota editorial, Teodoro Petkoff lo tilda de cínico, ignorante (y) crítico encubierto del gobierno, a propósito de las declaraciones relacionadas con la política económica y petrolera. Vid. “El rey de la pamplina frita” (2009), Tal Cual, Caracas, 20 de Octubre.

[3] Consultado, Ricardo Sucre no lo consideró un hombre de diálogo, junto a William Lara y Pedro Carreño, también cesanteados, destacando a El Troudi como el más abierto al debate, por proceder del Centro Internacional Miranda. Vid. Pereira, Javier (2008) Reportaje, El Nacional, Caracas, 31 de Agosto.

[4] S/a (2008) Nota, Vea, Caracas, 17 de Enero. Por cierto, no se encuentran todos los archivos digitales del diario.

[5] De un lado, Magallanes (2007) observa la disfuncionalidad del debate político venezolano, caracterizado por la polarización, degradación, irracionalidad, desestimación del conocimiento y la experiencia, oportunismo, apelación a la Fuerza Armada, excesiva concentración en la figura presidencial e ingerencia de factores externos; e, igualmente, “la constatación a nivel formal de la existencia entre nosotros de posturas de izquierda estereotipadas, prejuiciadas y carentes de fundamento en el estudio y comprensión de la realidad” (2008). Vid. Magallanes, Rodolfo (2007) “El debate político en Venezuela a inicios del siglo XXI”, Politeia, UCV, Caracas, nr. 38; y (2008) “Del socialismo del siglo XIX a la propuesta de un socialismo para el siglo XXI”, Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, UCV, Caracas, nr. 3. Y, del otro lado, hay diferencias entre la escuela leninista y gramsciana que, al decir de Mujica Ricardo, el sardo no asumió plenamente, cuya independencia y originalidad eran “insólitas en la tradición marxista”, según Eric Hobsbawn (1976). Incluso, éste especula que de haber actuado libremente, Gramsci hubiese corrido el riesgo de condenar al Kominters o actuado como jefe efectivo del PCI, imponiendo una fuerte censura como hizo Togliatti. Vid. AA.VV. (1976) “Revolución y democracia en Gramsci”, Editorial Fontamara, Barcelona: 28, 32; y Mujica Ricardo, Michel (1994) “Democracia sustantiva, democracia formal y hegemonía en Gramsci (el fenómeno del americanismo y del fordismo)”, Academia Nacional de la Historia, Caracas: 85. Cfr.: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/1927900.asp.

[6] En relación a “La transición venezolana, y la búsqueda de un camino propio” (2007), de Giordani, vid.: http://www.analitica.com/va/politica/opinion/6626065.asp. Parafraseando a Baptista, puede decirse que el socialismo venezolano no tiene como contrapartida el trabajo ni el capital doméstico o estatizado (¿socializado?), sino “sólo la propiedad sobre un medio de producción no producido”, objeto de distribución clientelar, a sabiendas que un “clima de cosas ideológicamente orientado termina por imponer sobre el Estado-propietario la decisión a favor de su uso prioritario”. Por lo demás, “no hay viabilidad del proceso de desarrollo social apoyado en la circulación y acumulación del provento rentístico”, y el colapso “antes que el anuncio de un tiempo por venir, se trata de la caducidad de un tiempo ido”. Vid. Baptista, Asdrúbal (1997) “Teoría del capitalismo rentístico. Economía, petróleo y renta”, Ediciones IESA, Caracas: 13, 134, 159.

[7] Gramsci, Antonio (1970) “Antología / Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán”, Siglo Veintiuno Editores, México.

[8] Al prologar la obra, Gustavo Bueno Martínez advierte que el bloque histórico no puede ser teóricamente el resultado de una composición conceptual (clase obrera y campesina), pacto de grupos o partidos, antes alianza que integración, mostrando su “debilidad mal disimulada por la buena voluntad ideológica”. Vid. Laso Prieto, José María (1973) “Introducción al pensamiento de Gramsci”, Editorial Ayuso, Madrid: 13 ss.

[9] Lugo-Galicia, Hernán (2008) Reportaje, El Nacional, Caracas, 12 de marzo; ibid., S/a, Nota, 13 de marzo.

[10] Aguijoneando en dirección a las transformaciones sociales, éstas comienzan con las del sentido común que para el filósofo y político italiano es la propensión “a creer que lo que hoy existe ha existido siempre”. Vid. Gramsci, Antonio (1974) “El ‘Risorgimento’ “, Editorial Granica, Buenos Aires: 67.

[11] Señala que “no ha logrado ningún avance en ningún (sic) área proporcional al poder del que ha dispuesto”. Vid. Trigo (SJ), Pedro (2009) “Chávez y pueblo, sobredimensionados”, SIC, Caracas, nr. 71 de septiembre-octubre. Luce interesante, respecto a la sociedad civil, el intento de “recuperación” de una noción explotada por la derecha, reconociéndola plural y compleja, como el problema de interpretación correspondiente. Cfr. Montilla, Omar (2007) “Aproximaciones al concepto de Sociedad Civil en Antonio Gramsci y sus repercusiones en Venezuela”, www.tribuna-popular.org, 18 de Julio; (2007) “Antonio Gramsci y la Teoría del Consenso: Problemas de interpretación”, ibid., 8 de Julio; (2007) “Antonio Gramsci y el concepto de Bloque Histórico: Contribución para un análisis ", www.aporrea.org, 23 de junio.

[12] Por ahora, solamente tenemos noticias de los señalamientos circunstanciales que ha hecho Chávez Frías sobre Gramsci, como ocurrió en la VII Cumbre de ALBA, en Bolivia, al recordar al “gran teórico revolucionario italiano” por aquello de ”perder el tiempo es perder la vida” [Vid. Filomeno, Omar (2008) “Chávez en la Cumbre: ‘Cristo era comunista’ “, Vea, Caracas, 18 de Octubre]. En otras ocasiones lo toma para fundamentar la existencia del PSUV, paradójicamente publicado en un órgano del PCV: “Recordemos la premisa fundamental de Gramsci, punto de partida, jamás de llegada, de nuestra organización política: un partido de masas que cree, genere, produzca cuadros” [Cfr. Chávez Frías, Hugo (2009) “¡Colombia, Colombia!”, Tribuna Popular, 10 de Agosto; ibid. S/a. Nota, 3 de mayo]. Al juramentar la Comisión Central de Planificación: “Chávez aclaró que según la teoría gramsciana, la superestructura no solo está compuesta por las ideas, sino también por los ‘instrumentos para difundir las ideas (…) Él (Gramsci) señala que hay diferentes mecanismos, instituciones y herramientas para difundir la ideología de las clases dominantes, entre ellas los medios de comunicación social’, razón por la cual estos se han ubicado entre los grupos de oposición contra el Gobierno nacional, explicó” [S/a (2007) Nota, www.tribuna-popular.org, Caracas, 20 de junio]. Para un programa televisivo, mostró una mejor disposición: instó a no dejarse "chantajear por voces del extremismo, de tesis pasadas de moda que en ninguna parte del mundo las van a conseguir: que si eliminación de la propiedad privada... ¡no, no, no! Esa no es nuestra tesis. Hay que buscar, más allá de eso, las alianzas para fortalecer el nuevo bloque histórico, como lo llamaba (Antonio) Gramsci" [Delgado, Sergio (2008) “Una Revolución de Otoño”, Tribuna, Popular, Caracas, 7 de junio]. Por cierto, recientemente, Gramsci ha inquietado a la prensa de gran circulación: Barreto, Juan (2009) “Sólo para marxistas”, El Nacional, Caracas, 16 de Abril; Biardeau, Javier (2009, ibid. “¿Intelectuales?: más allá de Gramsci”, 20 de Junio; Romero, Aníbal (2009) “Sobre Marx y Gramsci”, 16 de Septiembre.

Fuente: www.medios24.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario