martes, 12 de abril de 2011

EL PAREDÓN INVISIBLE


Sobre la candidatura presidencial opositora

Luis Barragán

Personalmente, creemos un error garrafal la pretendida inhabilitación de hecho de los gobernadores de la oposición para nominarse a la candidatura presidencial. Más allá de los "numeritos" o "calculitos" que se alegan, por cierto, empleado el diminutivo como curioso recurso de sintonización con el clamor popular, hay responsabilidades políticas que atender, sobre todo debatir y decidir con lealtad a las realidades en curso.

Los gobernadores actuales, incluyendo al caraqueño alcalde mayor, elegidos en las más difíciles circunstancias, constituyen un referente comprobado y convincente del liderazgo político venezolano, imposible de reducir al único dato regional, acaso absurdamente subestimado. Legitimados por la libre voluntad ciudadana, se ofrecen como un vivo aporte de la descentralización que se resiste a morir, adquirida una importante experiencia en el diario ejercicio del poder con todas las consabidas limitaciones que el régimen les impone.

Por lo demás, exponen el talento político, la habilidad y convicción, que les ha permitido sobrevivir a la constante agresión y asedio, aunque fallido arrollamiento, proveniente de Miraflores. Agreguemos la capacidad igualmente política de articular en cada entidad a las distintas y también polémicas corrientes partidistas y sociales, baremo indispensable para proyectar la futura transición post-autoritaria que ha de comprometer a la sociedad compleja y plural que somos.

Las primarias simultáneas, por una parte, precisamente revelan la tentativa de un cálculo integral o infinitesimal - claro está, de mayor y vanidosa envergadura – destinado a desconocer la libérrima voluntad de la oposición social para nominar a su candidato presidencial. Descartar – repetimos – un liderazgo convincente y comprobado, tiende a debilitar una opción nacional que se haga válida para afrontar las inmensas dificultades inherentes al desmoronamiento del chavezato.

La eventual derrota en la consulta nacional de uno o más gobernadores, por otra parte, no puede automáticamente traducirse, con la correspondiente matriz de opinión, en un inmenso fracaso que, por si fuera poco, lo incapacite política y moralmente. De una sencillez gigantesca, regionalmente puede reelegirse el otrora precandidato presidencial al que nacionalmente se le ratificó tamaña responsabilidad. En otras palabras, lejos de la canibalización política que por siempre creímos desterrada desde 1958, el gobernador aspirante se somete a la voluntad nacional de la oposición y, de fallar, ha de volver a la consulta regional.

Valga la coletilla, la natural competencia por la nominación ha de ser leal y eficaz. Y no puede acarrear la descalificación personal de los contendientes, así como el sacrificio inútil de un liderazgo – insistimos – convincente y comprobado.


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Ilustración: Liu Bolin

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